domingo, 20 de noviembre de 2011

Crónica urbana: No dejá, es para llevar

Octubre, el calor empieza a dar el presente. Es de noche y tengo que comprar comida. Me acerco a uno de los tantos locales de comida rápida que se encuentran en la ciudad. Entro justo cuando dos hombres salen con su pedido quem a juzgar por el olor que los acompaña, pidieron hamburguesas con unas papas fritas. Me siento en un banquito a esperar que me atienda el muchacho. Mientras tanto veo los cuadros colgados en la pared que representan las hamburguesas disponibles y noto que hay un espacio en donde debería haber un cuadro de la “súper”.

-Buenas, ¿si?

-Buenas, una hamburguesa con queso y fritas, por favor ¿En cuánto la tendrías?

-Unos quince minutos.- Me parece un poco prolongado el tiempo de espera, pero no importa, al menos hay televisión. Veo que el muchacho cabecea y pareciera que saca tema de charla para no quedarse dormido del todo: -Van a venir a ponerme cable… Ya la semana pasada lo pedí, así no me aburro tanto, ¿viste?

Le pregunto hace cuanto trabaja ahí: -Un mes.- me dice. -Lo que pasa es que se me hace muy larga toda la noche acá. Además a esta hora no pasa mucha gente, pero más a la madrugada sí.

-¿Y no te da miedo estar acá a la madrugada?

-Justo la semana pasada hubo un lío. Resulta que aparecieron tres peruanos con plata y canchereaban mucho con eso. También había otros tres pibes más cabeza, ¿viste? -El chico, a pesar de tener no más de dieciséis años, ya cuenta con rasgos xenófobos en su discurso- Uno le escupió a otro y se fueron a las manos. Llamé a mi jefe para ver qué hacer y me dijo que si se ponía muy pesado que llame a los canas. -Me cuenta todo con una mirada indiferente, como acostumbrada a esta clase de eventos- Volaron un par de bancos y rompieron el vidrio de la ventana de allá y el cuadro de ahí, ¿ves que quedó la marca del que falta?- Le sonrío y asiento con la cabeza.

Hay un momento de silencio. En la tele que se encuentra atrás del mostrador protegido por una reja y cautiva la atención del chico, se ve el programa de Tinelli. El programa no me seduce, elijo pasar el tiempo leyendo los diferentes carteles con las promociones. Papeles ya medio amarillentos por el paso del tiempo. Lo veo cabeceando nuevamente, de una manera más decidida que la anterior

-No te me vayas a dormir que se me van a quemar los patys- le digo bromeando, y al mismo tiempo en serio.

-Disculpá. Es que hace unos días que sigo de largo. Hace dos días que estoy despierto.

-¿Saliste a bailar ayer, che?

-No, no, es que trabajé en el otro local que tiene el dueño en Once. Cada tanto me ofrece trabajar en uno y en otro, dos días seguidos, para hacer unos mangos. Dormí dos horas nomás…

Está mi pedido, me lo sirve en un plato. -No dejá, es para llevar.- le digo. Entonces saca el plato, lo pone en una bandeja, lo envuelve en papel y me lo da adentro de una bolsa

-Me llamo Ramiro.- Me dice el chico, como intentando retenerme para hacerle compañía un rato más.

-Gracias, Ramiro. Suerte y ojala se te haga corta la noche.- Lo despido y salgo del local. Cruzo la esquina, me doy vuelta y veo a Ramiro a través del vidrio que no está intentando ver la tele mientras cabecea, luchando para no quedarse dormido.

Tomás de Azkue


No hay comentarios: