domingo, 31 de mayo de 2009

El elegante pantalón de tiro alto

A las ocho de la mañana, como todos los días, sonó el despertador. Pese a su termómetro interno que le rogaba que se quedase en la cama, ella se levantó. La responsabilidad la llamaba; en una hora debía estar, café en mano, revisando su casilla de e-mails.
Abrió su placard e inició la agobiante tarea de elegir el conjunto del día. Acorde a la temperatura, a la ocasión y a la moda, obviamente. Rápido, además, porque no tenía mucho tiempo que perder. Se decidió, finalmente, por una camisita de seda color salmón y un elegante pantalón negro de tiro alto que hacía años que no se ponía.
Inició su camino hacia la estación del subte y, mientras esperaba que llegara, empezó a sentir una molestia en la cintura. El pantalón le ajustaba un poco más de la cuenta y la hizo pensar, una vez más en la vida, sobre la posibilidad de empezar una dieta. Por suerte era martes, faltaba casi una semana para el lunes, tenía tiempo de meditarlo.
“Palermo” gritó una voz desde algún lugar del vagón. Se bajó justo en la esquina de su oficina y fue allí donde volvió a sentir que su panza le reclamaba más espacio. Se puso mal por unos segundos, odiaba sentirse gorda, pero esa “M” dorada brillante la tentaba demasiado. Se olvidó de su tristeza y entró a comprarse un capuchino a la italiana, su desayuno favorito, perfecto para terminar de despertarse y la mejor manera de empezar la mañana.
Llegó a la oficina y se sentó en su escritorio. Mientras intentaba desagotar su casilla de correo electrónico volvió a sentir ese fastidioso pantalón ajustándose demasiado a su cuerpo. El hecho comenzaba a preocuparla, hasta llegó a pensar que podría estar hinchándose de a poco. Luego advirtió lo ridículo del razonamiento, se imaginó a ella misma inflándose como un globo; recordó la escena de la película de Harry Potter en la que la hermana de su tío se empieza hinchar hasta salir volando y no pudo evitar la carcajada, aunque intentó callarla lo más pronto posible.
Al mediodía ya no aguantaba más, sentía que le faltaba cada vez más oxígeno y decidió desabrocharse el pantalón. Trató de ocultar el hecho vergonzantemente anti-estético y anti-moda con su preciosa camisita de seda color salmón. La imagen es importante para una gerente, sobre todo en una empresa de indumentaria femenina.
Volvió a ocupar su cabeza en la nueva colección winter-fall 2010, algo en ese trench con estampado cuadrillé no la terminaba de convencer. Un dolor agudo en el medio del pecho la transportó de vuelta a la realidad, el pantalón seguía contrayendo sus pulmones y disminuía cada vez más su capacidad respiratoria.
Atónita se levantó la camisa, miró hacia abajo y descubrió que la piel de la zona de su cintura estaba de color púrpura. Combinada con el salmón de la tela de la blusa hacían un lindo efecto, es cierto, pero eso no suprimía su preocupación ante el estrujamiento pulmonar. Advirtió, sorprendida, que era el pantalón el que se estaba encogiendo. Esta revelación refutaba su teoría del globo, y hasta le evitaba tener que preocuparse por la dieta, pero el aire que ingresaba en sus pulmones era cada vez menos y esa no era una buena noticia.
Pensó en contárselo a sus compañeros para encontrar en ellos algún consejo, pero claro, ¿quién iba a creer tan extraña confesión?, y, aún si lo hicieran, ¿quién iba a saber qué hacer? Volvió a trabajar sobre el trench con estampado cuadrillé en busca de algo de distracción, y la encontró.
Algunas horas más tarde en la pantalla de su monitor se podía apreciar, sobre un esbelto figurín, una de las mejores prendas de la colección. Todos los miembros del equipo quedaban estupefactos al verla. Sin embargo todavía no se sabe si lo que los hacía mantener sus ojos abiertos, casi sin pestañear, era ese precioso piloto o el cuerpo asfixiado de la gerente, que yacía sobre el escritorio con el pantalón desabrochado, ¡qué horror!


Noelí Juliá Rodríguez

lunes, 25 de mayo de 2009

Instrucciones para mirarse al espejo

Ese que está allí no eres tú, no te dejes engañar, lo notarás cuando adviertas que lo hace todo a la inversa. Procura no mirarlo fijamente a los ojos durante mucho tiempo o te horrorizarás con
lo que descubrirás. Sólo eres un alma divagando perdida en este mundo especular. No
perteneces aquí donde las formas y las figuras todo lo dominan.
El reflejo te recuerda lo que es importante para él no para ti, si aún así estás decidido a hacerlo
observa sin ver, parpadea rápido, hazlo como al pasar, búrlate de él, no dejes que saque lo
peor de ti, o mejor dicho que se te pegue lo mejor de él. Una vez que lo hace hay pocas
posibilidades de que puedas liberarte de él, serás su prisionero hasta tus últimos días. ¿Acaso
no te has percatado de que allí donde se velan los muertos no hay espejos? ¿Te preguntaste
por qué en lo sueños nunca aparecen? No eres algo que se refleje, no te dejes engañar por la
forma. Ese no eres tú.
Más allá de toda zona prohibida sólo un espejo refleja tu ser, y recorre las profundidades de tu
propia naturaleza. Así como el lago es el ojo de la tierra, enamorado del cielo en la alteridad, en el abismo que habita en los ojos de aquella muchacha enamorada de tu persona está la
verdad. Eterno el resplandor de su mirada inmaculada, reflejo de tu triste transparencia.
El espejo es la frontera que separa el fraude, la adicción, la credulidad ciega en esperanzas
infundadas de lo que eres en realidad. Un alma perdida en un mundo que no te pertenece, que
carga con la mochila de la apariencia en sus hombros, mero impulso de los deseos de
búsqueda de una identidad.
No le sigas la corriente, míralo sin ver, hay un alma allá afuera prisionera del espejo, buscando
al Narciso que le dé brillo con su mirada.
Juan Manuel Almeida

jueves, 14 de mayo de 2009

¿Qué hay que parar?

Yo no entiendo por qué siempre hacen paro, después se quejan de que los alumnos somos mediocres, que no damos lo que ellos quisieran, que es más alto el porcentaje de desaprobación, que no razonamos, pero, si nunca están para enseñarnos? Dos clases, 1 de paro ¡Que increíble! Se quejan del sueldo y en realidad ganan una fortuna. En el diario salió que un profesor gana alrededor de cinco mil pesos, la ciudad de buenos aires está empapelada con carteles que dicen que un maestro gana tres mil veinte pesos ¿Cuántos argentinos quisieran ganar esa cantidad de dinero?
Yo no puedo comprender porqué tanto lío, están en blanco, tienen las vacaciones más largas que haya conocido. Quieren que se les pague a los Ad honoren, pero si el nombre de su cargo indica que lo hacen gratis. Es increíble que pidan mayor cantidad de docentes poniendo la excusa que son muchos alumnos, cuando si el docente es bueno, no importan los números. Les proporcionan hasta equipo de sonido para dar clases, para que no se les dañen las gargantas y todos podamos escuchar claramente.
Se quejan de que el país anda mal, pero protestan porque al lado del aula están en una obra en construcción, parece que sólo piensan en ellos. En cada obra hay muchísimos empleados, seguramente trabajando en negro y ganan la mitad que ellos, pero que están agradecidos de la vida por tener trabajo. Es increíble que se quejen cuando ningún alumno tiene que pagar un peso por estudiar una carrera universitaria, donde hay decenas de edificios que son públicos para estudiar, que tienen agua corriente, luz eléctrica, gas natural y baños en todos los pisos…Yo creo que se quejan para no trabajar, porque en realidad ellos mismos se dan cuenta que no es muy necesario enseñar, y menos en Ciencias sociales, donde basta con leer y conocer textos que nos son accesibles a todos.

Me pregunto quien es el grupo de infelices que quieren que pensemos esto exactamente de esta manera, me pregunto a que grupo de ignorantes les conviene que seamos más ignorantes que ellos, me pregunto porqué les conviene a ese grupo que se desprestigie la educación de tal manera. Me pregunto el porque de que en vez de gastar cientos y cientos de miles de pesos en hacer carteles, o merchandising para poner al pueblo en contra de los docentes, no invierten en futuros profesionales que puedan sacar al pais adelante, o sea, en educación. Me pregunto si sabe ese grupo de ignorantes que el médico que cura a su hijo tuvo que estudiar para poder atenderlo, o que el arquitecto que construyó su “pequeña” casita, tuvo que hacer infinidad de planos para recibirse, o que el que diseñó su cuatro por cuatro estuvo 6 años volviéndose loco con infinidad de libros, o que el que escribe el diario que lee todos los días se tuvo que estudiar a medio universo para aprobar un examen, o que el que diseñó y desarrolló la ruta que lo lleva de vacaciones a Cariló tuvo que hacer miles de ejercicios teóricos para que le entregaran el diploma, o que el que pensó e ideó la forma de gobierno y el sistema económico que parece, aunque se quejen, les ha convenido siempre, ha tenido que estudiar cientos de teorías antes de poder plantear esta nueva revolución capitalista.
¿Qué hay que parar? ¿Qué se para? Quizás se para de seguir en esa inercia hacia atrás, se para de aceptar los dedos en la nuca o el pie en la cabeza. A lo mejor se para a la imposibilidad de crecer, quizás se para a sus ansias de tener más.
No hay clases por paro, es quizás una de las peores combinaciones de palabras que puedan existir. Pensemos en esto, tener que dejar de educar para que se pueda seguir educando, es terrible. Y lo tremendo se encuentra en que es la única salida que ha quedado luego de abrir todas las puertas visibles.¿Habrá una puerta escondida detrás de alguna biblioteca?
Érica Casarin Novak

miércoles, 6 de mayo de 2009

Dudando pasados

Mentiría si ya de arranque omitiera el minúsculo dato de decirles que soy un mentiroso. Y es que siempre ando mintiendo para hacer reír a la gente, ¿vio? (diría Inodoro Pereyra). Y no es porque esté descontento con mi vida, no señor, pero de a ratos es lindo el juego de creerse otro, solo para ver qué se siente en el ojo ajeno, porque el propio no se la cree ni mirando así doblado.
Bueno, he comenzado por mitigar absurdos e incomprensiones y ahora siéntese gente y crea si mes creyente, que de mi historia les he de contar pa qui alguno se deleite.
Nací de Santa María siempre…y no siga pensando más buen hombre, porque soy el segundo de cuatro. Casi como la mitad de un tercio. Mi viejo es pediatra, trabajador, sufrido y perspicaz. Soñador como su crío. Ha transpirado tantos caminos que a veces lo creo sabio, aunque no por gastar los zapatos se sabe más de la vida.
A la vieja la criaron bien, como era debido. De modales y diplomacias cortesanas ella hubiese sido Isabel I, pero los tiempos y los dogos arruinan la piel del zorro. Qué se le va a hacer. Fuimos cuatro los bañados bajo la santa pila, con cuatro nombres de santos, con cuatro cunas distintas, pero educadas bajo las mismas palabras.
Y aquí me detengo porque a uno se le hace difícil entrar a barrer la despensa sin tirar algo al suelo. Y miren si seré tosco que hasta barriendo recuerdos siempre tiro algun frasquito, como si fuera un elefantito encerrado en un gran ropero. Así lo decía mi viejo.
La familia es cosa seria. Y las mujeres lo son más, porque son las mas sensibles y si uno las descuida se pierden la penitencia pero si unos solo las cuida se amargan en la abstinencia. En mi familia hay dos, cosa difícil las mujeres.
Ya desde chico salí criticón. Que no, que sí, que vos, que yo. Siempre creí tener la razón y me inventaba penales. Nunca oía que me dijeran alemán, ni por haber nacido en la final del mundial.
Debo reconocerlo, el humor bien presentado no es mi fuerte: es mi debilidad. Si vieran cómo me gustan los chistes bien contados. Pero ante todo soy tipo serio porque la que me vistió de nene fue mi madre, con cierta sobriedad escandalosa para mí, y no mi padre, que al igual que yo nada sabe sobre ropa.
Entre tantas apuradas, mudanzas, amigos y perros, diagramé mi infancia llena de dulces memorias que no les voy a contar. Porque cada vez que las desato, las pilcho con moños nuevos. Y a veces pienso que de tanto barullo no me sé la versión sincera y guardo frasquitos nuevos en el lugar de los viejos.
Mi vida adolescente aguantó grandes injurias. La soledad desmedida y las peleas de corral, fueron forjando mi afán de brincar bajo la lluvia. Hoy, Dios mediante, estoy en equilibrio, gracias al amor de una dulce muchacha, libriana ella, de nombre Maria Magdalena, ¿dígame si no es coincidencia?...Siempre fui un tipo soñador, con amores a la deriva y memoria para lo que importa.
Agobiado por mi utilidad, no supe qué hacer con mis manos hasta que las humedecí en tinta y les susurré mil historias. Oí una vez por la radio que había una tendencia suicida en la sociedad. Ahí aprendí mi vocación, mi sentido y empecé a trabajar de ello, de suicida. Mataba lo viejo y pensaba lo nuevo. Llegué así a los quince años a una verdad inobjetable: “pienso, luego escribo”. Palabras que esconden una filosofía de vida.
Todo ha venido para dar forma a lo que uno comúnmente dice “mi vida”. Un complejo ida y vuelta de fracasos y logros, caprichos y pensamientos, que no he pasado de retocar y transformar cada vez que me miro hacia el pasado, y que muy por seguro seguiré haciendo. ¿Quién os dice que no lo he hecho con esto? He ahí la verdad más verdadera, un mentiroso realmente no encuentra límites ni en sí mismo.
Pedro Galmes