domingo, 20 de septiembre de 2009

Trabajo sobre una escena de "Isla de pájaros" de Kociancich

Memoria de una filmadora

Pobre mi sobrina, se nota que no está disfrutando de sus vacaciones. Encima su presencia lo altera a Emilio que no soporta a los chicos.
–¿Puedo ayudarte tía?
Parece que hoy Raquel se despertó de buen humor. Mientras termino de preparar las tostadas ella le sirve café a Emilio. Por favor, que el desayuno transcurra en paz, que Emilio controle su carácter, hoy no es uno de sus días más felices.
-¡Raquel! ¡Tiraste la filmadora al piso!
No quiero ni levantar la mirada, yo tenía razón, no la soporta. Mientras tomo el café miro de reojo que la cámara está en un rincón del asiento. En la otra punta de la banqueta de la cabina, en el asiento, no en el piso. Ya me la veía venir, está buscando una excusa para retarla. Pobre criatura, no quiero ni mirar. Inexplicablemente me empiezan a temblar las manos, aunque en las penumbras de mis recuerdos encuentro la razón. Me remonta a mi infancia. Al momento en que la inocencia y la ingenuidad se ven bruscamente interrumpidas. Una mañana de sábado fregando la ropa mojada en un fuentón, como me lo pedía siempre mamá y un grito que estalla en llanto desde adentro de la casa. Corro desesperada a ver qué estaba pasando, y la veo a mi mami tirada en el piso mientras el hombre que se hacía llamar papá le deba patadones en el cuerpo. "¡Andá a afuera, Flora!", "¡Basta papá, basta!", "¡Salí de acá pendeja entrometida!". Y el revés en la cara que me voltea al suelo. Todavía perdura en mi memoria ese olor a alcohol, a whisky, como si lo estuviera oliendo en este preciso momento en que Emilio me empuja como a un mueble y caigo al piso como una persona, tratando de limpiar el café derramado. La impotencia del pasado que se hace nuevamente presente y el miedo que no me dejan reaccionar. Escucho el sonido del silencio, cuando la golpiza cesa y el corazón de mi madre deja de latir. Aquí el recuerdo se vuelve confuso, tal vez porque nuestro cerebro se encarga de borrar todo aquello que no queremos recordar y que no nos permite seguir adelante. Las manos aberrantes que me sostienen boca abajo en el suelo, la respiración que aumenta su velocidad con cada golpeteo y el profundo dolor en mi vientre, en el alma. Tal vez esa parte sea sólo un sueño que no logro distinguir de la realidad. Si es como dicen que todo esto consiste simplemente en vivir el presente a la luz del pasado y con los propósitos del futuro; en mi pasado abunda la oscuridad. Y el hoy es aquel día repitiéndose una y otra vez, sin nada nuevo en el horizonte. Es la bendita filmadora que alguien está haciendo retroceder. La filmadora que se encuentra sana y salva. Y le pertenece a Emilio.

Juan Manuel Almeida