domingo, 24 de junio de 2007

Reflexión acerca del paro universitario

Este último paro Universitario, si bien fue más masivo que los anteriores, me produjo la misma sensación: no cambia las cosas, y esto es en definitiva, porque no moviliza.
Creo que el gran problema que tenemos como Institución es que se asumen como naturales en el colectivo imaginario -tanto de los miembros que la conformamos como de la sociedad toda- situaciones que son alarmantes, y que deberían preocuparnos a todos e incentivarnos a pelear para se modifiquen. El hecho de que los edificios donde cursamos sean una vergüenza, que los docentes cobren sueldos lastimosos, que una enorme cantidad de ellos trabaje ad honorem y los mismos paros universitarios (prolongados o no, con movilizaciones o no); forma parte de esta lógica, tanto en nuestras cabezas como en las de nuestros gobernantes. Y esto es lo peor: parece que fuera normal que en las Universidades Públicas se trabaje gratis y se estudie en las peores condiciones: (es así, esto es la UBA)
Tengo la sensación de que esta instancia de reclamo, el paro, está agotada. Es necesario buscar otra alternativa, otro camino para realizar los reclamos. Sin embargo, realmente, no se me ocurre qué pueda ser. Considero que la primera dificultad a solucionar es la desunión reinante entre la mayoría de los miembros que formamos parte de la UBA. Por lo general, los alumnos no se sienten parte del reclamo que se lleva a cabo y no hay que dejar de tener en cuenta que esta situación muchas veces se ve fomentada por docentes que no avisan a los alumnos que se adhieren, no dan motivos, no intentan reflexionar en grupo sobre el tema, es decir toman el reclamo como algo que atañe solo a una parte.
Considero, aunque suene a imposible, que sólo cuando tengamos claro que formamos parte de lo mismo y que las mejoras nos van a beneficiar a todos; cuando nos unamos en pos de este objetivo es cuando van a surgir las mejores ideas, que van a traer, a la larga, las soluciones.
Brenda M. Sabbatino

jueves, 21 de junio de 2007

Instrucciones para mirarse en un espejo

En la profundidad habita aletargado todo lo que nos pasó, lo que fuimos y seremos. Trate de dejar sus expectativas de lado y enfrente al espejo. A simple vista el reflejo le devuelve un gesto cansado, ojos irritados, baba seca. Concéntrese en ver en lo profundo de sus ojos aquello que lo acompañó tantos años. Súbitamente aparecen pajaritos muertos, doncellas ebrias descansando en el pasto, locuras del amanecer que dejaron sus marcas en los tibios pómulos. El cristal de aspecto acuoso lo arrastra a lo profundo, allí donde duermen los modelos de la vida que lo defraudaron, y los que aún quiere seguir en la densa aventura que dibujan los días.
¡Atención! Aun cuando el espanto tiña al espejo de negro, no lo rompa. Muchos han muerto tras realizar esa torpe maniobra, que prometiendo la salvación del momento, solo cumple con el designio del abismo. El espejo no promete devolver flores, a veces solo entrega imágenes del dolor, llanto en la oscuridad, cuerpos retorciéndose en la cama, hambre en la noche, gritos en el techo. Por eso muchas personas no se miran a los ojos en los espejos, solo atienden a su cabello, cuerpo, dientes y ropa. Mirar en lo profundo del espejo a través de los ojos implica un acto de valentía y fe, casi criminal.
En el espejo se encuentra un mundo que es nuestra interioridad, allí conviven nuestro fracaso con nuestra gran alegría, nuestro enemigo con nuestro gran amor. En el espejo vivimos, el reflejo somos nosotros, esa es nuestra existencia y no esto, combinación de huesos, carne y sangre.
Nicolás Oscar Blanco

miércoles, 20 de junio de 2007

Una completa definición de "El prisma"

No es que el diccionario se equivoque, sería imposible discutir con él. Quizás lo que sucede es que esté incompleto… o ni siquiera eso. Simplemente se olvidó de uno de los significados del vocablo prisma. Tal vez ni siquiera lo olvidó, sólo se le pasó por alto el significado social. Un prisma no es una pirámide de cristal usada para la descomposición de la luz o, mejor dicho, es eso y mucho más. Es un ser casi noctámbulo que se esfuma en los callejones de las ciudades. Un sujeto que, a pesar de mostrarse lo más honesto y transparente posible, genera intriga en el resto de la sociedad. Se lo admira a la vez que se lo apalea. Los gobiernos lo amordazan pero él no acata. Este individuo prismático tiene la característica de absorber la realidad, la toma prestada y la convierte en arte. Chupa los miedos, las broncas, las angustias y las injusticias, y con su magia única las distorsiona, las disimula hasta convertir este caldo en caviar. Logra lo que sólo él puede lograr, lo efímero deja de ser fugaz y se convierte en eterno. Pasa a ser un documento de la sociedad, un complemento de la identidad. Lleva el grito sordo del pueblo a su máximo esplendor. En su mente los colores no son colores, son otros mundos posibles, las texturas, las formas, los sonidos, no son más que ideas apaciguadas por la belleza.
Mientras una pirámide de cristal permite la reflexión de la luz, invisible al ojo humano, el prisma decodifica la urgencia en la mirada de aquellos necesitados que la mayoría no ve.

Flavia Yanucci

sábado, 16 de junio de 2007

Una mirada patafísica: "El desesperado"

El desesperado convive con la especie humana, se desconoce si pertenece a ésta, aunque se ha comprobado que si se somete a un individuo vulgar a grandes dosis de esperas puede obtenerse fácilmente un desesperado. Físicamente se diferencia del resto de los sujetos por sus gestos y ademanes principalmente, tales como: ligero movimiento ocular, capacidad efervescente para ir y venir y un elocuente parpadeo semi-intermitente.
Se alimenta de labios, uñas, dedos y codos propios, es de andar y ambular impaciente, elocute frases tales como “¿cuánto falta?” o “¿cuándo llegamos?” y ha de repetirlas en forma estulticia y constante, tornándose importuno, hasta que otro cuerpo, cercano, no perteneciente a la especie le propine un grito exacerbado o en el mejor de los casos un “¡¿podés parar?!”.
Se altera fácilmente cuando el tiempo osa correr, o hacerse más lento, según la conveniencia para la ocasión que lleve al correspondiente individuo desesperado a ser tal, y tiende a parvificar circunstancias pedestres que puedan perturbar el transcurso del tiempo, ya que éste, generalmente, es la principal variable de su estado psíquico-mental anímico.
Se exaspera ante alguna coyuntura aprovechable, volviéndose oportunista y más aún si se trata de ofertas peculiarias que le permitan sacar provecho o reservarse para sí una parte se su caudal, o ahorrar, o mezquinar, tales como rebajas considerables y significativas en tiendas o supermercados.
En pocas ocasiones ha de encontrárselos surtos o sosegados, los desesperados se caracterizan más bien por la impaciencia, la intranquilidad, el desasosiego y la urgencia. Son propensos a elaborar especulaciones y conjeturas, en la mayoría de los casos incorrectas o insólitas. Si bien residen en diversos hábitat tales como el campo, las montañas, los pueblos y las ciudades, se ha observado que el sustrato más propicio para la generación y reproducción de desesperados son las grandes metrópolis.
En la actualidad los desesperados constituyen una especie en peligro de extinción, amenazada por el crecimiento demográfico de otras especies depredadoras como los psicólogos, los llamados amigos tranquilizadores, o los individuos de mal carácter y poca paciencia que debido a sus propiedades intrínsecas parecen ser los más indicados para propinarles gritos moderadores, retos apaciguantes o improperios que los calmen o serenen.
Paula Ayelén Rodríguez

martes, 12 de junio de 2007

De ayer, de hoy y de siempre

Tener el placard a la moda, recibir mensajes de texto, planear la salida del fin de semana, pensar de qué gusto preparar la próxima torta de cumpleaños, elegir una carrera universitaria o terciaria, llegar temprano al trabajo, parecen ser las preocupaciones de algunos que organizan su agenda con actividades en torno al mañana.
Vestir siempre el mismo harapo ajado, desear esa última tecnología de la que no disponen, rebuscársela para conseguir un pedazo de pan, buscar incesante y vanamente un trabajo, no saber leer ni escribir ni tener acceso a la educación, parece ser la realidad de otros, que no tienen agenda porque el despertar de mañana les resulta incierto.
¿Acaso esta diferencia entre unos y otros resulta novedosa, actual, increíble? Lejos de eso, esta brecha, esta falsa promesa de igualdad, de que todo iba a cambiar no nació ni ayer, ni hoy, sino que data de cientos de años atrás.
En la segunda mitad del siglo XIX fueron las revoluciones burguesas, luego de derribar a la monarquía, las que izaron las banderas de libertad, igualdad y fraternidad. Curiosamente, esa igualdad nunca existió puesto que los beneficios que prometían ser igualitarios para todos, se restringieron a los intereses de la clase que había logrado la abdicación del Antiguo Régimen.
Aparentemente, el pasado hoy está más presente que nunca ya que la desigualdad de entonces, traducida en satisfacción para unos pocos, sigue siendo igual que otrora, o quizá, ahora esté más intensificada. La mentira de la igualdad se viene arrastrando desde el siglo XIX y no debe existir una sola persona que la crea.
Con sólo salir a la calle, leer un diario, o escuchar un testimonio se puede dar uno cuenta de esta terrible realidad que divide a la sociedad en diferentes clases sociales. Es el pueblo el responsable de elegir democráticamente a quién darle la batuta, a pesar de que luego no se acuerden de que ésta sirve para dirigir la orquesta y no para venderla y enriquecerse.
Sin ir más lejos, hace unas semanas atrás el diario Clarín publicó un titular que rezaba: “La oferta laboral crece, pero deja afuera a los "inempleables" (…) y seguía: "El inempleable es el que quedó absolutamente marginado. Y, a lo mejor, por varias generaciones, porque ni su padre ni su abuelo trabajaron (…) Entre los economistas, se refieren a este sector, el de los más desamparados, como la 'línea dura' de la pobreza, conformada por 3,3 millones de indigentes. Son aquellos que tienen un ingreso familiar por mes inferior a los 428 pesos y que, en muchos casos, llevan años en ese estado de deterioro”.[1] ¿Qué sentirá todo ese grueso de personas que apenas si tiene para comer? ¿A qué puede aspirar aquel que no tiene acceso ni a la educación ni a un trabajo?
Lamentablemente, la desigualdad social es protagonista en todos los ámbitos. En el de la medicina, por ejemplo, lo confirma el testimonio de una médica pediatra del hospital Paroissien, localizado en el partido de la Matanza. La doctora, contó una anécdota de una niña de no más de siete años que llegó descalza y con ropa rota a la sala de urgencias. La pequeña no tenía ningún dolor, al menos físico, sólo quería encontrar un lugar donde pasar la noche. Cuando la doctora se le acercó a preguntarle su nombre o si estaba con alguien, la niña le sostuvo la mirada y contestó "¿a vos qué carajo te importa?" Y salió corriendo para otro sector. Inmediatamente la profesional dio cuenta la policía de que había una menor sola, escondida en el hospital. La buscaron, la encontraron e intentaron calmarla. Recibieron insultos, escupidas, palabrotas, resistencia pero ni una sola lágrima. A pesar de ser una nena, conocía la calle mejor que cualquier otro. Finalmente la policía se la llevó para realizar los trámites correspondientes pero el odio y la bronca de esa nena que quería refugiarse en algún lugar techado seguiría creciendo donde quiera que la llevasen.
Dos años atrás el noticiero mostró un acontecimiento en el que un joven habitante de una villa le robaba el estereo del auto a un comerciante. Este último portaba un arma porque había sido víctima de asaltos en otras oportunidades y aludiendo que había sido en defensa propia, lo mata. Frente a este hecho es difícil juzgar al asaltante y al asesino. El segundo, es víctima del ladrón, da mucha bronca romperse el alma trabajando para que venga otro y reduzca el esfuerzo a la nada. Sin embargo, el primero es víctima de una sociedad tan individualista en donde a cada uno sólo le interesa sí mismo y los suyos y le da vuelta la cara a la problemática de la desigualdad. Quizá este ratero sea la conjunción de la nena descalza del hospital, los “inempleables”, otras historias de vida y quizá también tenga en su alma un odio y resentimiento multiplicado por mil.
Todas estas situaciones no son más que la sucesión de hechos desatados por una desigualdad que existió siempre. El nudo del problema es el egoísmo, el desinterés y la sola preocupación por el bienestar individual y familiar que caracteriza a unos cuantos.
Sólo unos pocos intentan desatar el nudo. Son los que reclaman, marchan y exigen hacer valer sus derechos pidiendo igualdad y justicia. A esos pocos los ignoran, no les dan respuestas y en ocasiones de excesiva represión, los matan. ¿Acallando voces morirá la búsqueda de ideales?, ¿o será acaso un motivo más que se sume para no cesar nunca de luchar por lo justo? ¿Es sensato, lógico, aceptable que la igualdad sea una utopía?
Quizá cuando esa minoría (que intenta desatar el nudo entre aquellos política, social y económicamente débiles y aquellos que enriquecen su propio bolsillo) sea mayoría, el mundo verá cumplida la promesa de igualdad.
El problema del quizá es que los que podrían hacerle frente al problema e intentar solucionarlo, le dan la espalda. Y abstraerse no ayuda, al contrario, complica la cosa cada vez más.
Karina Vanesa Teruel

lunes, 11 de junio de 2007

La carpa universitaria



Los que pudimos estar presentes en la carpa (Rodríguez Peña y M.T. de Alvear), los días miércoles 23 y jueves 24 de mayo, queríamos compartir con ustedes un poco de lo que vivimos.
Si por un momento, tratamos de olvidar el motivo que nos reunía, entonces podemos decir que fue una mañana muy interesante, en la que compartimos nuevas experiencias, trabajando en grupos, con otras comisiones, un mate de por medio que iba y venía y sabiendo que compartíamos mucho más que eso, compartíamos el saber que estábamos ahí por una causa, para intentar cambiar, desde nuestro lugar las cosas que nos parecen injustas. Sin embargo, fue muy triste descubrir que ya nadie se interesa por este tipo de protestas. Ninguna de las personas que pasaron por la plaza, se detuvieron a preguntar por qué estábamos ahí y qué era lo que buscábamos. La mayoría de la gente, pasaba sin siquiera darse cuenta de que estábamos. Quizás, lamentablemente ya estamos acostumbrándonos a que las cosas en nuestro país cuesten tanto. Tampoco se dijo nada sobre esto en las radios ni en noticieros, así que vamos a contarles, ya que seguramente ustedes no lo saben, que el día miércoles 23 estuvo visitando la carpa, la viuda del profesor Carlos Fuentealba, pero a ningún medio le interesó cubrir esta ¿noticia? Y claro, es que este tipo de protestas, lamentablemente, ya no venden.
Uno de los temas sobre los que trabajamos en la clase fue precisamente el de idear algún tipo de protesta, pacifica pero efectiva, algo novedoso, que nos permita llegar a todas las personas que lamentablemente, ya perdieron su capacidad de asombro. En grupo fuimos pensando diferentes propuestas, jugamos un poco dando instrucciones al estilo de “Instrucciones para dar cuerda a un reloj” de Julio Cortázar y la verdad es que salieron bastantes ideas.
Por esto creo, que sería interesante que todos propongamos alguna manera de llevar adelante esta protesta, a través de la página, y que logremos hacernos escuchar pero de un modo diferente, ingenioso, y que logremos, aunque sea por un momento, que nuestras ideas vuelvan a ser escuchadas.

Daniela Saller