lunes, 14 de junio de 2010

El tejido olvidado

Clara ve caer la única hoja que quedaba en el sauce llorón. Es hora de sacar la ropa de invierno. Con la bata puesta, sube al altillo agarrándose de la baranda para no caerse. Camina a oscuras, tratando de no pisar las maderas sueltas que rechinan al pasar. Manotea en el aire hasta que encuentra el interruptor, enciende la luz, abre las puertas del armario para sacar las cajas polvorientas que había guardado el año anterior. Apenas se puede ver la etiqueta que dice “ropa de invierno”. Lleva la caja a la habitación, abre la caja llena de prendas con olor a naftalina y envueltas en bolsas para que no se ensucien. Baja la caja cuidadosamente. La lleva a su habitación, la coloca sobre su cama, separa la ropa para poner en perchas. Cuando Clara termina de colgar la ropa en el ropero, encuentra en el fondo de la caja las agujas de tejer, con una bufanda sin terminar, clavadas en un ovillo. Recordó que había empezado a tejerla para el día de la madre pero no llegó a terminarla a tiempo y la abandonó. Entonces, decide meterla en su bolso para terminarla camino al trabajo. Se saca la bata, se viste con ropa abrigada y sale para tomar el colectivo. Mientras espera, en la parada, saca el tejido para continuarlo. Cuenta cuarenta puntos, un punto derecho, un punto revés, pasa la aguja por el ocho, pasa el hilo sobre la aguja, teje, vuelve el hilo, y ahora al revés. Tejer es como andar en bicicleta, nunca se olvida. Para el 79, paga un peso con cincuenta, encuentra un asiento vacío. Luego de tejer veinte minutos, sin parar, se coloca la bufanda para medirla sin sacarle las agujas. El largo es perfecto. Ya está cansada de tejer. Unas cuantas cuadras antes de llegar a su parada termina de cerrarla. Se apura en guardar el ovillo para bajar del colectivo, envuelve su cuello con la gruesa bufanda azul y celeste, de seda y lana ondulada. Toca el timbre, baja. El colectivo arranca. Clara corre con todas sus fuerzas, golpea las puertas, nadie la oye, trata de gritar que pare, no puede emitir sonido, con sus manos intenta desatarse la bufanda inútilmente. El chofer frena en la siguiente parada, abre las puertas, la prenda queda libre y Clara cae en el asfalto como un saco de papas.
Patricia D. Partarrieu