domingo, 8 de mayo de 2011

En la pantalla grande: Soltar todo y largarse

Into the wild fue un libro y después alguien lo llevó a la pantalla grande. “Esa película es la definición de libertad” me dijo este verano un viajero con tono francés. Me impresionó cómo se puede generar exactamente el mismo pensamiento, una idéntica sensación, en gente de lugares tan alejados y diversos.

La historia es la de un chico de veintitrés años que se va de viaje, en busca de su ser natural, alejándose de la sociedad, la familia, las ciudades. La huida culmina en Alaska, pero no es en ese lugar donde transcurre la escena que más me cautivó. Ésta se desarrolla en el mar, con el protagonista y una amiga recién encontrada jugando entre las olas de alguna playa desierta. Al poco tiempo de mezclarse con el agua, la voz en off que acompaña siempre, dice: “Los únicos regalos del mar son golpes duros y, cada tanto, la oportunidad de sentirse fuerte. No conozco mucho del mar, pero sí sé que así es. Y también sé que es importante no necesariamente ser fuerte, sino sentirse fuerte; para medirse a sí mismo al menos una vez, para encontrarse en las condiciones más primitivas y enfrentar la ceguera y la sordera a solas sin nada que te ayude, salvo las manos y la propia cabeza.”

Escuchar eso me dejó congelada. No porque haya sido lo más emocionante de la película ni mucho menos. Simplemente porque esa frase me remitió a mí misma, hace años, pensando exactamente lo mismo, mientras observaba los mares del sur, que me inspiraban el cariño y el respeto que sólo el océano me genera.

María Eva González

El taller de mi abuelo Rubén

Autos, camionetas, llaves, volante, puerta, chapa, vidrio, baúl, capó, ruedas, tambor, caja de cambios, batería, luces, embrague, freno, acelerador, freno de mano, luces, bomba de nafta, gas, aire acondicionado, caño de escape.

Radio Continental, o Mitre. Un taller lleno de autos estacionados y una oficina llena de papeles. Clientes que entran y salen.

Fosa, escaleras, mamelucos, manchas, ruido, pinza, pico de loro, destornillador, compresor, palanca, morsa, soldadora eléctrica y autógena, llave inglesa, otra fosa, chapistas y pintores, criquet s profesionales, camillas para tirarse debajo de los autos.

Olor a combustión de motores, olor a grasa. Bocinas, ruido de aceleración de motores y del motor de la piedra.

Al escuchar el ruido de la cortina cerrándose, había terminado el día laboral. Mi abuelo Rubén estaba listo. Entonces, mi hermano y yo bajábamos la escalera que separaba el taller mecánico de la casa de mis abuelos, para encontrarnos con él.


MARíA FERNANDA VALES

sábado, 7 de mayo de 2011

Yuxtaposición de palabras: Hogar

Ama de casa, mamá. Temprano, al lavadero. Prelave, Vivere, Camellito, Pan de jabón, budín de pan, Blen, Poett, supermercado, chango, lavandina. Siesta, almuerzo. Grillo topo, detergente, Hortal. Azaleas. Hormiga. Helecho, ficus, alegría del hogar, lavanda, albaca, papiro, tomillo, romero, orégano. Amapola, azucena, jacinto, margarita, rosa mosqueta. Jazmín, que nunca crece.

Lo del jardín, a la cocina. Almidón, delantal, chupetín (quédate quieta), polvo para hornear, bicarbonato de sodio, masa sablé de cacao, hojaldre, maicena, almíbar, merengue. Torta de Bavarois, horno, barquillo, biscuits. Alcaucil, alfajor, dominó. Tamizo, cocinó, endulzó. Damasco, masa bomba, granizado. Calabaza, batata, huevo. Lemon Pie, mousse de dulce de leche y ganache de chocolate. Coco, cómo le gusta el coco a mamá. Arándano, grosella, frambuesa. Bizcochuelos, bizcochos, génoises. Agar-agar, coulís, baño María, baño María inverso.

Recuero muchas tardes y lluvia, olor a tierra, mucho, y hojas doradas. Del invierno no, no recuerdo mucho.

Florencia Elizalde