martes, 14 de diciembre de 2010

“¡Semiótica, Fernández! ¡Árbol seis!”

Es viernes por la tarde, fuera de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, entre las calles de Ramos Mejìa y Franklin.
Por Ramos no se ven autos estacionados, solo se ven los bancos verdes ubicados sobre toda la extensión de la calle. Jóvenes y no tan jóvenes con las más variadas vestimentas, pero todos con un cuaderno y lapicera en mano, van y vienen.
Algunas personas, que sólo están de paso por esa calle, miran extrañados. Otras con cara de desaprobación, de enojo o de risa. Algunos, bajan la velocidad de su paso para observar mejor el panorama. No hay quien pase sin mirar.
En la esquina, una señora mayor se queja con una estudiante.
¡Pero estos pendejos de mierda! ¡Que vayan a estudiar querida! Tienen ganas de joder a aquellos que realmente quieren dedicarse a su carrera.
-Tampoco es tan así - se le escucha decir a la estudiante, mientras una compañera la llama porque su clase ya había comenzado.
Sí. Lo acababan de anunciar por el micrófono.
¡Semiótica, Fernández! ¡Árbol seis!
Enseguida, el chiste de algún gracioso - ¿Mi clase en qué árbol está? ¿Y en qué rama me siento?- Su risa es la única que se escucha.
En el árbol seis, el profesor espera a algunos alumnos que se ven llegar por la esquina de Franklin.
Ya están todos. Eran unos quince estudiantes.
Miren chicos, la cátedra determinó que no se puede seguir dictando clases en estas circunstancias ¡Esto es insalubre! No contamos con las condiciones de higiene y seguridad básicas para poder seguir. Por esto, yo lo lamento pero, hasta que no vuelva todo a la normalidad, no se dictarán clases ni se tomarán los exámenes.
Murmullos, barullos, algunos insultos en voz baja. Los alumnos se quejan.
¡Uh loco! ¡No es justo! Son unos hijos de puta ¡Lo normal para ellos es estar en un aula donde se te cae el techo en la cabeza!
Algunos no dicen nada y se van.
Del árbol cinco la profesora pide que bajen la voz porque interrumpen la clase que está dictando a los alumnos sentados en las sillas frente a ella.
El sol esta más fuerte que días anteriores. Algunos de los jóvenes sentados, corren su silla cada dos por tres hacia un rincón de sombra. Otros se abanican con alguna hoja o cuadernillo de apuntes. Uno o dos alumnos por árbol, sacan algún pucho y se ponen a fumar mientras intentan escuchar a su profesor entre el ruido del tráfico y los bocinazos.
Ya son las siete. La mayoría de las clases terminan. Los estudiantes se levantan y se van por Franklin o siguen derecho por Ramos. Algunos pocos se quedan charlando en la vereda.
Otra vez el micrófono.
¡Compañeros! ¡Les recordamos que mañana marchamos todos juntos hasta el Ministerio de Educación a las siete de la tarde, para la lucha por el edificio único! ¡Los esperamos!
Ah, me olvidaba, ¡Antropología, Rodríguez! ¡¡Árbol seis!!
Florencia Paula Sánchez Gomis

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