lunes, 13 de diciembre de 2010

Que arroje la primera piedra

Es viernes después del mediodía, el sol fuerte y solo en el cielo calienta a las personas que habitan calles y medios de transporte. A las 13hs. salgo de la facultad y en el trayecto a mi casa, decido pasar por la sucursal de una importante cadena de supermercados que queda a la vuelta de mi departamento. En la puerta, una mujer pide monedas rodeada de muchos niños de diferentes edades. Entro al supermercado.Tomo un canasto y mientras me refresco con el frío aire del lugar, voy escogiendo cosas que necesito. De repente, a mi derecha veo que uno de los niños que acompañaba a la mujer de la puerta estaba haciendo uso del dinero recaudado. Sigo mi camino.Termino de juntar las cosas, detecto que el niño también había realizado lo suyo y se dirige a una de las cajas preparadas para compras de pocos productos. Mientras espero el turno en la caja que había escogido, él, después de pagar, se dirige a la salida. Ahí mismo, se encuentra con una mujer de alta edad que también se dirigía a la salida. El niño apurado por darle a su familia lo que había comprado, pasa por el detector de metales que quedaba libre. Puerta doble, cada uno por un carril.Casi de manera sincronizada, pasan los dos a la vez. La sirena suena. Todo el supermercado gira su cabeza hacia el lugar que llama la atención, incluido yo. Las dos personas involucradas quedan inmóviles del otro lado de los censores. Las personas de seguridad, además de imitar la acción de todos, se ponen en movimiento e increpan al niño. Lo desvalijan como si fuera a entrar de visitas a una cárcel. Lo pasan por el censor sin bolsas, pasan las bolsas, vuelven a pasarlo a él. La noble mujer, espera del lado de afuera del local para ser revisada de la misma manera. Pero la atención de los custodios está puesta en el niño. Se acerca la madre.Una vez que revisaron a la criatura desde todas las aristas posibles y lo dejan en libertad, la mujer sosteniendo la puerta con su cuerpo y enviando con el codo casi de manera disimulada la cartera hacia atrás, ofrece su peculiar carrito para que lo observen, la gente de seguridad lo pasa por los censores. La sirena no se activa. Liberan a la señora también.Más de uno de los que quedaron en las cajas, esbozan comentarios referidos a la acción de la gente de seguridad. Se acerca el gerente hacia el puesto de seguridad y comienzan a charlar. Discuten. Por lo visto, no le gustó la actitud de sus subordinados, hecho que por lo visto puso en situación incómoda a más de uno de los que habitábamos el local.
Realmente su comportamiento no había sido el adecuado. Solo guiarnos por la apariencia no nos va a llevar hacia ningún lugar. Y después de todo, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Sebastián Hollmann

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