domingo, 2 de noviembre de 2008

Un cuento: Muriendo de amor

Era una mañana de lunes como cualquier otra, excepto por los contratiempos propios del mal tiempo en una ciudad como aquella.
Lejos del centro, en pleno barrio residencial un joven de perturbado aspecto corría velozmente bajo la lluvia completamente empapado. Tropezando y cayendo un par de veces llegó hasta un departamento y tocó el portero. Mientras esperaba, apenas si podía mantenerse en pie del cansancio. El corazón le bombeaba estrepitosamente y el aire ingresaba penosamente a sus pulmones.
En aquel momento debía encontrarse rumbo a su casa donde seguramente lo esperaban ansiosas su esposa y su pequeña hija luego de aquel breve viaje de trabajo. De repente se sintió mareado, sin fuerzas. No podía comprender lo que le estaba sucediendo, todo parecía tratarse de una terrible pesadilla.
- José…- exclamó su amigo visiblemente malhumorado y soñoliento cuando lo atendió.- Son las seis de la mañana. ¿Qué…-
- Está muerta.- Prorrumpió éste desesperado y con el rostro desencajado agregó.- Natalia está muerta.-
La trágica noticia cayó como una bomba divulgándose rápidamente por toda la ciudad:
“Hija adolescente de prestigioso juez aparece muerta en un hotel”. Anunciaron los principales titulares.
Numerosas hipótesis comenzaron a girar en torno al móvil del terrible asesinato que conmocionó a la comunidad entera. Las mismas apuntaban directamente hacia el vínculo de la víctima con el magistrado: una venganza, un ajuste de cuentas, todo parecía ser posible.
Sin embargo tras una semana de ardua investigación la policía no había obtenido la información que deseaba. Existían algunos puntos obscuros que no podían ser esclarecidos y sin el arma homicida ni eventuales sospechosos poco podían avanzar.
Familiares, compañeros y amigos expresaron su dolor con una marcha en reclamo de un pronto esclarecimiento. Todos recordaban con cariño a aquella alegre y hermosa joven que supo ganarse el afecto de tanta gente. Siendo tal como había sido una joven inteligente, humilde y solidaria. Todos portaban la foto de aquella que sin lugar a dudas había sido una joven ejemplar.
El la miró unos instantes a través de la difusa y distante imagen del televisor. Era lo más bello que había visto en su vida. Aquellos hermosos y tristes ojos lo observaban seriamente desde las penumbras.
- Te amo. – Le había dicho una vez más aquella noche. Su larga cabellera obscura resbalaba sobre su hombro desnudo.

- Yo también te amo.- Respondió él sin pensarlo. Su corazón palpitaba fuertemente pero no sabía si de felicidad o de miedo. Entonces la abrazó y de ése modo se quedaron dormidos.
Luego de una semana apareció el arma homicida. La policía la encontró abandonada en las cercanías del hotel “Fenix”, el lugar donde había sido hallado el cuerpo. Ya contaban con un principal sospechoso, el hombre cuyas huellas digitales aparecían en el arma y que identificaron como un joven oriundo de una ciudad aledaña, casado y dueño de un comercio de productos informáticos.
Aún así la policía no pudo hallar relación entre aquel hombre y el juez, menos aún con la adolescente. Existían muchos cabos sueltos, pero ningún testigo ni prueba contundente y, mientras tanto, el sospechoso no aparecía.
Sin embargo, a las pocas semanas, el caso dió un vuelco trascendental cuando los peritos forenses dieron a conocer el tercer y último examen del cuerpo. No había sido asesinada. La historia había sido completamente distinta a la que todo el mundo imaginó.
Solamente aquel joven había sido testigo de lo que había ocurrido aquella noche en el hotel. Solamente él sabía por qué había estado ella allí. Solamente él sabía que no podía seguir aquella riesgosa relación amorosa con su alumna de informática, que además de ser menor era hija de un juez. Solamente él sabía que no podía seguir engañándola porque él también era casado. Fue por eso que aquella noche cuando se encontraron nuevamente en aquel lugar como hacía cinco meses lo hacían, él decidió confesárselo todo. Al principio ella se lo había tomado con calma pero luego comenzaron a discutir. Aparentemente ella no estaba dispuesta a terminar con aquella relación.
- No puedo dejarte.- Acababan de entrar en la habitación. Ella se encontraba de pie junto a la cama.
- Será por el bien de los dos.- Acató él.- Lo nuestro es imposible.-
- Dame tus manos y cierra los ojos. Le dijo ella mientras se acercaba lentamente a él. – Voy a decirte algo.-
El cerró los ojos convencido mientras ella se sentaba junto a él. – Eres todo lo que tengo José… pero ya me lo veía venir.- Entonces él comenzó a sentir una fría y extraña sensación. –No puedo tolerar que seas de nadie más. Por eso nunca te olvidaras de mí.-
Enseguida oyó el disparo y sintió un temblor por todo el cuerpo. Pensó que estaba alucinando, pero cuando abrió los ojos su pesadilla recién había comenzado. Observó atónito el cuerpo sin vida de su amante sobre la cama. Desesperado tomó el arma sin saber qué hacer. Un torrente de pensamientos y sentimientos comenzaron a invadir su mente. Sentía dolor, rabia, miedo.
¿Qué había hecho? Era su culpa. La había matado.
Desireé Arce

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