Cuando lo
conocí me di cuenta de que fue amor a primera vista. Era intenso. Era un
encuentro íntimo que no quería que se terminara nunca. Quería tenerlo cerca
siempre. Me atrapó su forma de ver las cosas, su manera de analizar todo con
tanta obsesión y tantas vueltas como lo solía hacer yo. Me identifiqué con su
forma de hablar, de razonar. Esas paranoias compartidas, como él solía poner en
palabras - “es por mi maldita costumbre
de querer justificar cada uno de mis actos.”-
Y no me importaba nada más que él y lo que él
tenía para decir. No fue el primero, pero fue diferente, lo supe desde el
principio hasta el final. Y fue en el preciso momento en que todo parecía
llegar a su fin que cambié mi mirada hacia él, empezaba a comprender muchas
cosas que no podía ver antes, me las replanteé, lo extrañé, y al tiempo lo
volví a buscar. Sabía que eso iba a pasar en algún momento. O tal vez, siempre
lo supe. Siempre supe que volvería a buscarlo cuando lo extrañara y él estaría
allí, como esperándome para volver a contarme su historia, o para volver a
mostrarme aquello que yo quería ver en él. Sabía que no sería sencillo
ignorarlo u olvidarlo.
Pero esa vez,
todo fue diferente. Yo sabía con qué me iba a encontrar, sabía que él era
culpable de todo, y a su vez víctima. Conocía su forma de encarar la vida, su
pesimismo y su minuciosidad. Pero yo había cambiado, y mucho. Ya nada era lo
mismo, percibí cosas que no había podido ver en nuestro amor a primera vista.
Ahora nos conocíamos mucho, o tal vez nada. Sentía una seguridad en mí misma
que él venía a cuestionar, a poner en una cuerda floja e inestable. A
demostrarme que algo en mí seguía siendo igual, o a quebrantar la sensibilidad
que tenía, que su amor me había generado y me lo seguía haciendo.
Por fin, tuve
la leve sensación de que lo olvidaría, o que quedaría allí en algún remoto
lugar de mi mente llenándose de polvo.
Pero no fue así, años después la vida hizo que nos reencontráramos, que me
volviera a contar las mismas historias que yo creía que conocía muy bien pero
había olvidado casi por completo. Sentí una mezcla de nostalgia y alegría por
reavivar un amor que no se había terminado. Quise entender por qué yo creía que
nuestra historia se había olvidado, cuando en realidad continuaba viva en mí.
Como siempre supe qué iba a ser. Decidí anotar aquello que no quería olvidar de
él, como lo que él solía decir - “La
experiencia me ha demostrado que lo que a mí me parece claro y evidente casi
nunca lo es para el resto de mis semejantes.” – o lo que provocaba en mí – “Lejos de tranquilizarme,… me perturbó más,
trajo nuevas y torturantes dudas, dolorosas escenas de incomprensión”.-
Así me acompañó siempre, una y otra vez volvió a mi vida, trasformado y transformándome. Yo lo miraba cada vez desde un lugar completamente diferente. Recuerdo cuando lo conocí, fue gracias a un suplemento que venía con el diario Página/12, amarillo por los años, que encontré de niña en una biblioteca de mis abuelos y hace años está entre mis cosas. Está en mí. Aunque debo confesar que llegué a dudar de mi amor: ¿realmente yo había estado enamorada de Juan Pablo Castel y sus cuadros y fantasías? ¿O era en verdad el amor por Sábato y su pluma? ¿o era lo que ellos dos juntos podían provocar en mí cada vez que volvía a tener un encuentro íntimo por medio de ese papel de diario amarillento y empolvado, con marcas de lágrimas en él? ¿Sería el hecho de que yo vivía, como mi enamorado, en un túnel? "...en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío".
Así me acompañó siempre, una y otra vez volvió a mi vida, trasformado y transformándome. Yo lo miraba cada vez desde un lugar completamente diferente. Recuerdo cuando lo conocí, fue gracias a un suplemento que venía con el diario Página/12, amarillo por los años, que encontré de niña en una biblioteca de mis abuelos y hace años está entre mis cosas. Está en mí. Aunque debo confesar que llegué a dudar de mi amor: ¿realmente yo había estado enamorada de Juan Pablo Castel y sus cuadros y fantasías? ¿O era en verdad el amor por Sábato y su pluma? ¿o era lo que ellos dos juntos podían provocar en mí cada vez que volvía a tener un encuentro íntimo por medio de ese papel de diario amarillento y empolvado, con marcas de lágrimas en él? ¿Sería el hecho de que yo vivía, como mi enamorado, en un túnel? "...en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío".
Mayra
Arenzón
1 comentario:
Así me acompañó siempre, una y otra vez volvió a mi vida, trasformado y transformándome. Yo lo miraba cada vez desde un lugar completamente diferente.
Recuerdo cuando lo conocí, fue gracias a un suplemento que venía con el diario Página/12, amarillo por los años, que encontré de niña en una biblioteca de mis abuelos y hace años está entre mis cosas. Está en mí. Aunque debo confesar que llegué a dudar de mi amor: ¿realmente yo había estado enamorada de Juan Pablo Castel y sus cuadros y fantasías? ¿O era en verdad el amor por Sábato y su pluma? ¿o era lo que ellos dos juntos podían provocar en mí cada vez que volvía a tener un encuentro íntimo por medio de ese papel de diario amarillento y empolvado, con marcas de lágrimas en él?
¿Sería el hecho de que yo vivía, como mi enamorado, en un túnel?
"...en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío".
Mayra Arenzón
así continuaba y, por alguna razón, se cortó.
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