domingo, 29 de abril de 2012

Escena de lectura: Semillas de cambio


Es probable que lo primero que me cautivó haya sido la portada del libro, una hermosa fotografía de un bosque húmedo, y claro, que en el título tuviese la palabra ‘semilla’ era crucial a mis siete años; recién había aprendido a sembrar semillas.
Aún no lo había tocado, olido ni hojeado bien, me quedé un rato viéndolo desde la ventana, se veía caro, pero con esa foto del bosque húmedo en la portada seguro que convencía a dos biólogos a que lo compraran.
Recuerdo haberlo sostenido y pensado lo enorme que era. Mientras intentaba hojearlo, con un poco de dificultad por el peso, me iba sorprendiendo más.
El libro era acerca de los intercambios de animales, plantas y culturas entre el nuevo y el viejo mundo, y había sido publicado en 1992, conmemorando los 500 años del descubrimiento de América.
Claro, yo aún no sabía todo eso, por lo que mi metodología para leerlo tenía un orden particular: primero lo hojeaba, y cuando encontraba una fotografía que me atrajera, leía la descripción y si realmente me interesaba leía todo el texto de la sección; por eso las más leídas eran, una que tenía una foto con maíz de todos los colores, y otra en la que aparecía un calendario maya.
No lo leí todo, y algunas cosas ya no son las mismas: mi comprensión del texto, por ejemplo. Pero cuando regreso a casa y lo vuelvo a sostener, soy una vez más la niña de siete años que con dificultad le hace espacio en la mesita de noche. 
Dominique Galeano

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