lunes, 2 de noviembre de 2009

Otra mirada sobre la ciudad

El amor es el rotundo fracaso del egoísmo

Se podría decir que la mayoría de las personas, me corrijo, todas, caminan por la vida persiguiendo un sueño. Ese anhelo es inseparable de la condición humana. La capacidad de soñar, de desear, son la llama que los pone en marcha, son la luz que les ilumina el camino, el “fuego sagrado”, como diría un cuervo hacedor de frases del mundo del fútbol, que posee cada uno. En la ciudad, en el barrio, en sus calles se pueden ver jóvenes en estado de indigencia, con la ropa sucia, el rostro perdido y bolsita en mano. No sólo jóvenes, también gente grande, y niños, que es lo que más duele. Escucho por radio que dicen no hay que caerles con toda la responsabilidad y la bronca a aquellos menores que cometen delitos a diario, esos que se ven con frecuencia en los noticieros. Ellos son sólo la consecuencia del devastador sistema económico de los noventa (neoliberalismo que le dicen). Pues tienen razón, pero no son la única consecuencia. El ser humano es un ser social y para desarrollarse, para obtener satori como dice el personaje del cuento “Ásterix, el encargado”, necesita de los demás, de vivir en comunidad. ¿Será que el sentido de comunidad se perdió? Caminando por la calle, no muy de prisa, y siempre mirando a los ojos, uno se da cuenta, o percibe (tal vez es sólo una inquietud propia), que las personas están buscando algo, algo valioso, algo que les dé esperanzas. Tal vez lo que se perdió es el sentido de pertenecer, de ser parte, de apoyarnos. Algún poeta escribió alguna vez: “Pintando sobre el muro, o sea, la pared, fuimos descubriendo por casualidad pura que varias paredes forman una vivienda y varias viviendas una vecindad, y que varias vecindades una manzana y varias manzanas forman las calles y que todo junto forma el barrio”. El barrio es una arquitectura para humanos, un espacio que en lugar de separar y aislar comunica e integra: la casa con la calle, la familia con la vecindad, la cultura con la vida. Es un modo de ser, de vivir y de morir. Quizás haya que recuperarlo. Caminando un poco más, tratando de parar un poco la pelota y pensar, me doy cuenta de que la calle no es puro espacio de paso, sino lugar de encuentro, de trabajo y de juego (aunque esta última ya les fue robada a los chicos). Puede que no todo esté perdido, sólo es cuestión de recobrar estas costumbres de antaño que prevalecen y expandirlas, y comprometernos. Pertenecer al barrio, para las personas, tiene que volver a significar el poder ser reconocido en cualquier circunstancia. En reconocimiento del otro como un igual está la base de la solidaridad. Lo observo todo, siento que el tiempo no me alcanza para captar tanta belleza en la ciudad, y todo a pesar de tantas penas. Allí está la esencia de lo perdido, en la creatividad estética de la ciudad, los graffitis o pintadas, las decoraciones de los autobuses, el arreglo de las fachadas, los chistes y hasta la escenografía de las vitrinas en los locales de ropa. Lo que la gente busca está allí, lo cotidiano es velo en donde se esconde la maravilla. Jorge Luis Borges en su ensayo “La muralla y los libros” dice: “La música, los estados de la felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético”. La belleza está en el barrio, y, en el barrio, el egoísmo pierde por goleada.
Juan Manuel Almeida

1 comentario:

Unknown dijo...

Hermoso!!! realmente maravilloso, un deleite leerte!!! y me gusta mucho como metaforizas con el futbol, como me llevas a pasear por las veredas que recorres, como me haces sentir cosas con éste relato, bastante bien trabajado y poco hecho al azar. S nota el laburo, muchísimo, se noita tu lectura y se nota que sos bueno en ésto...no lo dudes, por eso te estamos leyendo en éste blog por segunda vez????Felicitaciones!