viernes, 20 de noviembre de 2009

Ensayo: Algo más que pasión

Sólo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real[1]
José Ingenieros


Por Erica Casarin Novak


El bar de la esquina está lleno, de repente como si algo los pinchara a todos a la vez, se levantan de sus sillas con los brazos hacia arriba y la expresión de mayor felicidad que puede expresar un cuerpo completo y gritan al unísono ¡GOL! Nada parece comparable a ese sentir y eso me lleva a preguntarme si alguna vez se trató de explicar el por qué de ese sentimiento, pienso si a través de algún tipo de discurso se ha reinterpretado y tratado de entender todo esto, y así, de alguna manera poder comprendernos a nosotros mismos. Confluyo en un interrogante que me da vueltas todo el tiempo, ¿cómo ve la ficción esto que diviso en el fútbol? Primero debería tener en claro lo que veo y eso no es lo que me pasa, percibo algo, pero no se qué es, noto como se moviliza la gente hacia un lugar que deja de ser físico, un lugar que desconoce y se le despierta el alma, como si algo atravesara transversalmente la idea del mundo. No puedo decir que es la pasión lo que moviliza las multitudes, pero si, quizás que hay algo que los transforma, algo que despierta un ser que se desconoce, como en “Asterix, el encargado”[2] cuando se pierde el personaje en el otro personaje, cuando en el fragor de la pelea se le revela su incógnita y logra entender en la pérdida de si mismo su propia esencia. Pienso en el fútbol, en lo que genera, en lo que moviliza y me meto en el descampado del cuento, en donde se sitúa la kermés que al protagonista lo hará tener su revelación, su satori, y en ese lugar, que describe como Una kermés de la edad de piedra, una multitud de hombres y mujeres de diversas edades se movía, pero allí mismo, como si no pudiera dejar de estar en cualquier mundo que se figurase, en cualquier ciudad que hubiera dentro de otra ciudad, aparecen los arcos de fútbol mal puestos y semihundidos, pero están. Es como si el fútbol no pudiera escaparse de nuestra realidad y Fabián Casas no lo deja irse, porque pareciera que lo mecha en cada oportunidad que tiene, paseando por barrios futboleros, haciendo alusión a una analogía de unos vendedores de anillos cumpliendo el rol de un cafetero en la cancha. El autor no deja escapar aquello que para la ciudad y para muchos es tan común, compara la preparación para ir a la guerra con los preparativos para patear un penal. Me pregunto, ¿por qué? ¿Por qué es necesario mechar analogías futbolísticas cuando se está hablando de cualquier otra cosa? Me pregunto, ¿qué es lo que genera que todos sepamos a lo que se refiere cuando se expresa de esa manera? Quizás sea por esa necesidad de no sentir miedo, de ser parte de un todo mucho más grande que uno mismo, quizás sea como lo que relata el protagonista del cuento que le pasa cuando se metió en esa pelea que tanto lo movilizó, sentir que por un motivo inexplicable ya era un miembro de esa tribu. Pareciera que el fútbol nos invade a tal punto que se nos hace más fácil describir a una persona si sabemos de que cuadro es hincha, un morochón con la camiseta de un club de fútbol se me vino encima, él no sabe nada de ese hombre, pero sí que tiene un vínculo con algo que él también conoce, y es en ese instante que ese personaje descubre que tiene un don y se transforma, se convierte en su compañero y se hace nadie y con eso se redescubre, como cuando leemos algo y luego, o a medida que lo hacemos, nuestra mente se va a otro lugar, y aquello que creíamos olvidado vuelve, pero ahora diferente y volvemos la mirada al texto y repetimos el párrafo que ya leímos porque hay algo que nos hizo perdernos, pero en ese perdernos quizás nos encontramos, desde otro lugar, desde otra óptica, pero nos encontramos.
El mundo que genera el fútbol en esta ciudad que individualiza tanto, con uniformes, con rejas, sin miradas, hasta el punto de no saber quienes somos, quizás como les pasa a los que participan de esa fiesta en el cráter, les permite soñar despiertos, o como dice la canción de PEZ, les enciende el alma, la pelota manda[3], pero no es la pelota, es otra cosa, que no podemos descubrir, que no podemos descifrar, por eso intentamos explicarla de mil maneras distintas, llegando siempre a conclusiones diferentes.
Caminando por la calles de nuestra Buenos Aires, se puede ver que el fútbol es inherente a la ciudad, que ella mama de él sus pasiones, sus gritos, sus colores, de la misma manera que se puede apreciar que el fútbol crece a la vez que crecen los edificios rápidamente hacia arriba, van casi de la mano, caminando juntos, pero no podemos distinguir bien el por qué, es como si a la ciudad también la pincharan para saltar y gritar al unísono el gol de la victoria y se levantara con las camisetas, con los afiches, las banderas, y ese algo, que hace que hasta sea turísticamente atractivo visitar todo lo referido a eso que no podemos explicar tan fácilmente.
Entonces me pregunto nuevamente, ¿qué tiene el fútbol que hace que no podamos escapar de él?, que si queremos explicar algo hablemos de equipos, de bandos, de barras, de hinchadas, ¿qué tiene el fútbol que si logramos explicar cualquier realidad desde una metaforización fútbolísitica cualquier persona nos puede entender? Me pregunto el porqué de la necesidad de crear tantas canciones, películas, tantos cuentos, tanta ficción para contar lo que hoy en día se puede ver de manera masiva, ¿acaso ficcionalizamos tanto el hecho de ir al supermercado? Creo que no, parece que necesitamos entender ese misterio que tiene y por eso aparece en tantos lugares, por eso vemos “El secreto de sus ojos” y lo único que puede delatar a alguien inencontrable, totalmente críptico y ya dejado de lado, habiendo pasado por todas las opciones posibles, es el fútbol, pero no el deporte en si, porque no creo que sea el juego deportivo y reglamentado lo que moviliza tanto, parece que hay otra cosa detrás, algunos le colocan el nombre de pasión otros de unidad, de madre de los desamparados, de lógica dentro de lo que es ilógico, pero lo cierto es que en ese film, el hombre más buscado y que genera tanto sentimiento negativo, lo encuentran en una cancha. Ninguna parte de la ciudad le dio amparo y no pudo escapar a eso que lo llamaba desde adentro, eso mismo que lo delató, como si esa cosa que desconocemos no pudiera despegarse de su ser a tal punto de obnubilarse y no sentir que se deja vencer, sino que da la fuerza para pararse de golpe, como lo hace el amigo de Asterix en la pelea, aunque nos hayan pisoteado y pegado por todos lados. Pareciera que en el ir y venir de la vida ciudadana, los colectivos, las colas, los impuestos y las protestas, el fútbol otorgara esa especie de paz, que a través de una actitud que aparenta ser agresiva, les permite comprender, como al protagonista del cuento, eso que es incompresible. O en el film que mencioné antes, hasta el hombre del cual menos se esperaba, por haberse perdido en el alcohol, se ve valorizado y encuentra las respuestas en su sapiencia sobre el fútbol. Me pregunto, ¿por qué Campanella elige esa salida? ¿Por qué le da la gloria al personaje de Francella a través del fútbol y por qué le da la perdición a través del mismo eje al asesino? Quizás sea porque no sabemos qué nos da o qué nos quita o qué es, quizás no tenemos las respuestas, pero sabemos que algo pasa, que podes sentirte triunfador o perdedor, que podes ganar o perder, que podes no sentir más miedo o que podes sentirte parte en donde como dice Casas en su cuento, cuando apenas llegan a esa fiesta, ni siquiera nos percibían. Asterix, que tenía el perfil exacto para engramparle los crímenes, porque no tenía familia y nadie iba a salir a defenderlo, en esa riña, forma parte del todo, quizás como el hincha, que nada tiene, más que esperar que se le encienda el alma al ver rodar la pelota.

[1] Ingenieros, José, El hombre mediocre, Editorial Losada, 1961.pp 9.
[2] Casas, Fabián, Los Lemmings y otros, “Asterix, el encargado”
[3] Disponible en http://www.rock.com.ar/letras/6/6080.shtml

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