Es sábado por la madrugada, en el cruce de
El boliche se reserva al derecho de admisión. Los guardias te revisan la cartera, te palpan y está prohibido usar gorra.
Llega el turno del muchacho. Le cierran camino; camino que no ve pero siente a los patovicas en frente, y frena.
-Vos no, pibe- le dicen sin explicación.
Las personas que están detrás de él se inquietan; sacan sus identificaciones. No hay tribunal ni abogado que intervenga, sólo el resto de una fila de jóvenes. Y un amigo que en defensa de él, reclama el porqué. Él prefiere el silencio.
-¡Porque no!- exclaman y se miran entre ellos.
El amigo, también bien vestido, insiste -¡Pero no está borracho y tiene veintitrés años!
-¿No entendiste, flaquito?- le contestan. La gente detrás de ellos empieza a quejarse. El joven persiste. Pide hablar con el dueño del boliche, pero tampoco lo dejan entrar.
Magdalena Sofia Pascucci
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