martes, 25 de octubre de 2011

Las Luces de la Ciudad

Es sábado por la madrugada, en el cruce de la Avenida Casares y Sarmiento, por los arcos de Palermo, hace tres semanas. Un joven, con buen aspecto, de zapatos y camisa, viene a ingresar a un boliche .Es mayor de edad, tiene documento y un bastón fino, blanco, desarmable, en la mano. Se pone en la fila, cierra la varilla y espera, como todos, mientras los guardias hacen pasar a los de adelante.

El boliche se reserva al derecho de admisión. Los guardias te revisan la cartera, te palpan y está prohibido usar gorra.

Llega el turno del muchacho. Le cierran camino; camino que no ve pero siente a los patovicas en frente, y frena.

-Vos no, pibe- le dicen sin explicación.

Las personas que están detrás de él se inquietan; sacan sus identificaciones. No hay tribunal ni abogado que intervenga, sólo el resto de una fila de jóvenes. Y un amigo que en defensa de él, reclama el porqué. Él prefiere el silencio.

-¡Porque no!- exclaman y se miran entre ellos.

El amigo, también bien vestido, insiste -¡Pero no está borracho y tiene veintitrés años!

-¿No entendiste, flaquito?- le contestan. La gente detrás de ellos empieza a quejarse. El joven persiste. Pide hablar con el dueño del boliche, pero tampoco lo dejan entrar.

Magdalena Sofia Pascucci

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