sábado, 16 de junio de 2007

Una mirada patafísica: "El desesperado"

El desesperado convive con la especie humana, se desconoce si pertenece a ésta, aunque se ha comprobado que si se somete a un individuo vulgar a grandes dosis de esperas puede obtenerse fácilmente un desesperado. Físicamente se diferencia del resto de los sujetos por sus gestos y ademanes principalmente, tales como: ligero movimiento ocular, capacidad efervescente para ir y venir y un elocuente parpadeo semi-intermitente.
Se alimenta de labios, uñas, dedos y codos propios, es de andar y ambular impaciente, elocute frases tales como “¿cuánto falta?” o “¿cuándo llegamos?” y ha de repetirlas en forma estulticia y constante, tornándose importuno, hasta que otro cuerpo, cercano, no perteneciente a la especie le propine un grito exacerbado o en el mejor de los casos un “¡¿podés parar?!”.
Se altera fácilmente cuando el tiempo osa correr, o hacerse más lento, según la conveniencia para la ocasión que lleve al correspondiente individuo desesperado a ser tal, y tiende a parvificar circunstancias pedestres que puedan perturbar el transcurso del tiempo, ya que éste, generalmente, es la principal variable de su estado psíquico-mental anímico.
Se exaspera ante alguna coyuntura aprovechable, volviéndose oportunista y más aún si se trata de ofertas peculiarias que le permitan sacar provecho o reservarse para sí una parte se su caudal, o ahorrar, o mezquinar, tales como rebajas considerables y significativas en tiendas o supermercados.
En pocas ocasiones ha de encontrárselos surtos o sosegados, los desesperados se caracterizan más bien por la impaciencia, la intranquilidad, el desasosiego y la urgencia. Son propensos a elaborar especulaciones y conjeturas, en la mayoría de los casos incorrectas o insólitas. Si bien residen en diversos hábitat tales como el campo, las montañas, los pueblos y las ciudades, se ha observado que el sustrato más propicio para la generación y reproducción de desesperados son las grandes metrópolis.
En la actualidad los desesperados constituyen una especie en peligro de extinción, amenazada por el crecimiento demográfico de otras especies depredadoras como los psicólogos, los llamados amigos tranquilizadores, o los individuos de mal carácter y poca paciencia que debido a sus propiedades intrínsecas parecen ser los más indicados para propinarles gritos moderadores, retos apaciguantes o improperios que los calmen o serenen.
Paula Ayelén Rodríguez

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