sábado, 3 de noviembre de 2012

Cuestión de barrigones


Al que nace barrigón, es al ñudo que lo fajen”. Desde chica me gustaron los refranes, pero este en particular, constituía para mí, un pequeño enigma.
Como los refranes suelen transmitirse oralmente, y como todavía no había leído el Martín Fierro, por mucho tiempo creí que “al ñudo” era una sola palabra: “alñudo”. Imaginaba que era un adjetivo cualquiera. Este refrán aludía, para mí, a un tipo de barrigón. Uno alñudo (lo que fuera que significara), así como otros podían aludir a barrigones corajudos, confianzudos, o cornudos. Es cierto que la frase, con el sentido que yo le adjudicaba no tenía coherencia gramatical (“Al que nace barrigón, es alñudo que lo fajen”), pero quién era yo para para juzgar la sintaxis de la cultura popular de mi sociedad. Sobre todo, cuando acepté  de buen grado que Andrés Ciro nos cantara “ando ganas de encontrarte/ cuánto lejos que estás acá/ ando ganas de encontrarte/ ando lejos, más no me da”.
Pero esto no era lo que más me impresionaba del refrán, sino la crueldad que encerraba. Según lo que yo entendía, a aquel que tenía la desgracia de nacer barrigón (lo que aparentemente era inaceptable), y para colmo, alñudo, había que fajarlo. Y para mí, pegarle a un gordito era inconcebible. Y más aún porque, como explica claramente el refrán, el gordo había nacido así. 
Con el tiempo entendí que “alñudo”, no era “alñudo”. Y lo de fajarse lo comprendí cuando tuve que ir al casamiento de mi prima con cinco kilos de más.
Pero los que parecen haber tenido esta misma confusión son los de “cuestión de peso” (CDP). Pero ellos, más astutos, decidieron confundirse en el momento en que la salud está de moda, al igual que los reality shows, la crueldad televisiva, el minuto a minuto, y otras menudencias (que los gorditos tendrán que comerse si quieren permanecer en el programa).
El semiólogo español Jesús González Requena decía que lo característico de un espectáculo es la relación a distancia entre un cuerpo negado (porque se reduce a la mirada) de un espectador, y la de un cuerpo que se exhibe plenamente. Este es un cuerpo afirmado. Señala, además que en el espectáculo televisivo, ese cuerpo, al llegar como una imagen, también desaparece. Es, de esta manera, un cuerpo negado. Pero, para los participantes de CDP, esta negación se convierte en una condena, como el voto “no positivo” de Julio Cleto Cobos.
Estos saben que, al ingresar, tendrán un tratamiento que incluirá viandas, ejercitación física, educación nutricional, seguimiento médico, incluso cirugías. Pero el combo también incluye humillación pública si no hicieron el registro de comidas, que los graben mientras se bañan, o baile del caño. Creo que también incluye escuchar un disco entero de Arjona cada vez que se pasan con los permitidos.
El programa se basa en una premisa: La obesidad es una enfermedad. Justamente el programa es supervisado por médicos. Pero, qué clase de tratamiento incluye sentar a los pacientes ante una mesa atiborrada de comida para luego humillarlos y sancionarlos cuando los excesos fueron cometidos. Se dice que los medios reflejan lo que pasa en la vida cotidiana. Espero que no sea cierto. Me alarma que esta lógica pueda estar repitiéndose en tratamientos no televisados. Que, por ejemplo, a los alcohólicos se los lleve a festejar San Patricio;  o, tal vez, que a una paciente con enfisema le arreglen una cita con Lanata: o que a los depresivos los pongan a escuchar The Cure, o peor aún, Montaner.
También me preocupa el futuro del programa. No porque me estén por contratar como productora del ciclo o porque tenga acciones en “tostadas Riera”, sino porque me atemoriza hasta dónde puede llegar. Porque como dijo el poeta, primero vinieron por “la Chechu” para hacerle un doping sorpresa de diuréticos y no dije nada porque yo no había consumido diuréticos. Después vinieron por Luisito para que corra en una cinta a espaldas de una piscina prendida fuego, a riesgo de caer en ella, y no dije nada, porque yo tenía un traje ignífugo. Ahora vienen por mí, y aquí me van a encontrar, viendo cómo Claribel Medina pasa de ser una simpática actriz de aires caribeños,  a Cruella de Vil.  (Y Verón, a ser el policía que persigue a Terminator).
A fin de cuentas, aún no me queda claro si a los que nacen barrigones, es en vano o no que los fajen. Pero que los están fajando, no me cabe ninguna duda.

Cintia Paz

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