lunes, 27 de octubre de 2008

Una mirada sobre el film Pizza, birra y faso

Cualquier joven que entra a la Universidad tiene objetivos tanto en el ámbito académico como en el plano personal. Quien estudia medicina puede tener como prioridad salvar vidas. Un abogado la defensa de la ley. Los estudiantes de ciencias sociales pueden, y de hecho sucede, tener distintos objetivos. El beneficio económico no es el motivo principal para la elección de su carrera, ya que otras profesiones son bastantes más generosas en ese sentido.
Lo cierto es que hay un punto de convergencia entre los estudiantes de sociales. Todos ellos comparten un compromiso como actores de la sociedad, y aún mayor, como especialistas en materias que a ella refieren. Algunos pueden plantearse como objetivo un cambio social mientras otros buscan una mayor comprensión de la sociedad para abordarla sin modificarla.
Las injusticias sociales han sido siempre centro de preocupaciones para muchos de esos estudiantes. Mientras más inmersos se hayan en la sociedad en la que viven, mayor es el compromiso para con lo que no esta funcionando en su interior.
Las miserias del sistema económico actual saltan a la vista. Mucha pobreza hay en las calles, en caras cada vez más jóvenes. Mucha marginalidad, delincuencia, drogadicción, violencia. Respuestas a otro tipo de violencia, quizás mucho peor, que la negativa a ciertos derechos básicos.
Esta realidad argentina, y latinoamericana en general, se ve plasmada en la película de la década del 90, “pizza, birra y faso”. El film de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano cuenta la historia de un grupo de chicos que viven por las calles de Buenos Aires. Si bien tienen una casa, tomada, su hogar es la calle. En ese ámbito, el cordobés, Frula, Megabóm y Pablo pasan los días con su filosofía de vivir el día a día, de robar para comprar lo indispensable, pizza, birra y faso.
Se muestra la marginalidad de un grupo de chicos muy jóvenes a los que la sociedad les da una única posibilidad, la de defenderse como puedan.
El protagonista, cordobés, está de novio con una chica, Sandra, y juntos esperan un bebé. Ella parece ser la más madura del grupo. Quiere lo mejor para su hijo y para el cordobés y es por eso que intenta sacarlo de ese mundo de robos y lograr qu encuentre un trabajo decente. Él promete intentarlo, pero por el contrario, busca soluciones en robos mayores y un poquito más organizados.
La película saca a la vista los trapitos sucios de la sociedad argentina en el marco de los años 90, y no muy distinta a la actual. Los chicos de la calle se desenvuelven en busca de supervivencia, sin demasiadas ilusiones, esperanzas o proyectos. Sus objetivos no pueden ser mayores a los de un robo organizado, su realidad no les permite soñar con un cambio posible. La posible salida sólo se puede dar a través de un viaje a un lugar mejor. En el film, el cordobés y Sandra planean su viaje a Uruguay. En su imaginario ese lugar es su salvación. Podrán rehacer su vida junto a su hijo y dejar atrás todo lo vivido hasta entonces.
Paradójicamente, el cordobés muere, tiroteado por la policía durante ese gran robo, en el puerto, antes de subir al barco que se lleva a su amor y a su futuro hijo. Muere un chico de la calle, un delincuente, un marginado, la ciudad sigue su rumbo, a nadie le importa demasiado, el sistema sigue funcionando.
Algunos jóvenes de su edad, que corren con mejor suerte, miran la película y la analizan en sus clases. No viven esta cruda realidad, pero intentar comprenderla, para en un futuro colaborar para cambiarla.


Rosina M. Ron Leder

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena Ro! Los (T.) Leo y Rafa.

Anónimo dijo...

muy buena critica sobre la peicula pero mas importante es como expresas la realidad de una buena parte de la sociedad, tanto aquellos que la sufren como aquellos que ni siquiera la adbierten. Como siempre Ro adelante! Lalo