sábado, 4 de octubre de 2008

Crónica urbana: El bombo y las voces nunca dejaron de sonar

Como cualquier día de partido pica ir a la cancha a seguir al equipo que uno lleva en el corazón, pinta en la esquina el faso y el vino en cajita. Se arranca temprano, tipo once. Hay que preparar los trapos y calentar las gargantas. El capo da las órdenes y el resto obedece, son como esclavos. Si alguno se rebela, el rey da el mandato y no le queda un hueso sano. Todo es alegría, es como para un religioso ir a misa. La calle se convierte en pasarela y pasa a ser un desfile de ropa deportiva de marca. Atrás quedan las zapatillas de lona, ahora la onda es usar llantas Nike con resortes. Vestidos valen más que pasar una noche en el Hilton. Todo es alegría, se entonan las voces del himno del escudo al que siguen y los bombos y las gargantas nunca se dejan de escuchar. La caja pasa de mano en mano y "pase otro Tetra para mi hermano el Tano". La procesión se hace en micros escolares. El capo deja su nave en el garaje. Ya tienen su lugar reservado en el templo. Se ve entrar a los hinchas contrarios, se oye: “si esos son unos pechos fríos”. Todos gritan insultando. La policía los escolta. Las plateas se llenan de familiares y los bombos no se dejan de tocar. El espectáculo comienza y los veintidós jugadores no son el único show. Parece que uno se rebeló y el capo a balazos lo bajó. Pero nada se escuchó, el bombo todo lo disimuló. La gente grita el primer gol. El baleado pide ayuda, por favor y nadie se quiere meter. La policía observa y no actúa. Se vuelve a escuchar otro gol, “por fin empatamos”, dijo el cana, con el escudo apoyado contra la pared. La platea observa tranquila el partido. Rondan algunos mates y el cocacolero. Finaliza el primer tiempo, un recreo para los protagonistas de adentro de la cancha, pero en la popular el espectáculo sigue. Algunos esclavos le gritan a su rey. La hinchada se tiñe de rojo. La ropa deportiva de marca se mancha de chocolate. Pero nada se escucha, porque el bombo y las voces nunca dejaron de sonar.



Karina Yanel Gaito

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