martes, 20 de mayo de 2008

Instrucciones para mirarse al espejo

Reconocer y proseguir

Primeramente, deberá contarse entre las posesiones personales este objeto capaz de producir un reflejo de lo que se colocase frente a él.
Deberá tenerse en cuenta que para obtener tal efecto, nuestra posición en el espacio tendrá que concordar exactamente con la de dicho elemento, ya que en vano sería colocarse delante de una pared o un placard y esperar obtener la misma respuesta.
Superado este problema, habremos de asegurarnos de que el reflejo sea acorde a quien se coloca delante, bastante insatisfactorio sería descubrir que la barba que uno estuvo afeitando no le pertenecía, y que la boca y la nariz que estuvimos inspeccionando poco tenían que ver con nosotros. Esto también se da a la inversa, por lo que uno podría despertarse y notar que ese bigote tupido y esas patillas “unitarias” han desaparecido bajo el accionar de vaya a saberse quien… Puede suceder algo mucho más peligroso aun, podríamos llamarlo “narcisismo necio”. Nos enamorarnos de ese reflejo que sabemos no tiene relación alguna con nuestra anatomía, pero accionamos sobre ella como si la tuviera.
Bien valdría agradecerle al que está del otro lado, pues sabemos que en ocasiones puede ser un poco mentiroso y distorsionarse, solamente de bondadoso que es, para levantarnos un poco el ánimo. Tampoco deberá exagerarse la deferencia, tonto sería intentar conciliar un abrazo con aquel, y más que una reciprocidad (ya que él responde del mismo modo y eso nos tienta), obtendremos algún que otro cercenamiento.
Si consentimos con el espejo, y creemos que la imagen observada se adapta más o menos a nuestras condiciones, podemos ya tranquilamente incursionar en el arte de la escultura del rostro.

Marcos Cómolo

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