La sujetaron
con fuerza para que no se escape, la tironearon violentamente intentando que
cediera y así lograr de ella lo que estaban buscando. Con las manos le abrieron
la boca e introdujeron contra su voluntad todo lo que se les antojó. Ella sabía
cómo funcionaba aquello, tensa y a punto de explotar resistió sin desembuchar
hasta el golpe fatal.
Con las ropas estiradas, los niños desde el suelo, atraparon en el aire
las golosinas y el papel picado.
Mirem
Pérez Diez
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