domingo, 8 de mayo de 2011

En la pantalla grande: Soltar todo y largarse

Into the wild fue un libro y después alguien lo llevó a la pantalla grande. “Esa película es la definición de libertad” me dijo este verano un viajero con tono francés. Me impresionó cómo se puede generar exactamente el mismo pensamiento, una idéntica sensación, en gente de lugares tan alejados y diversos.

La historia es la de un chico de veintitrés años que se va de viaje, en busca de su ser natural, alejándose de la sociedad, la familia, las ciudades. La huida culmina en Alaska, pero no es en ese lugar donde transcurre la escena que más me cautivó. Ésta se desarrolla en el mar, con el protagonista y una amiga recién encontrada jugando entre las olas de alguna playa desierta. Al poco tiempo de mezclarse con el agua, la voz en off que acompaña siempre, dice: “Los únicos regalos del mar son golpes duros y, cada tanto, la oportunidad de sentirse fuerte. No conozco mucho del mar, pero sí sé que así es. Y también sé que es importante no necesariamente ser fuerte, sino sentirse fuerte; para medirse a sí mismo al menos una vez, para encontrarse en las condiciones más primitivas y enfrentar la ceguera y la sordera a solas sin nada que te ayude, salvo las manos y la propia cabeza.”

Escuchar eso me dejó congelada. No porque haya sido lo más emocionante de la película ni mucho menos. Simplemente porque esa frase me remitió a mí misma, hace años, pensando exactamente lo mismo, mientras observaba los mares del sur, que me inspiraban el cariño y el respeto que sólo el océano me genera.

María Eva González

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