¿Vale más tener un pajarito
atrapado que cien pajaritos libres, haciendo de las suyas, desplegando sus
necesidades fisiológicas sobre cualquier transeúnte que camine por, o se
mantenga detenido en, la vía pública? Valdría mucho, sí, si ese pajarito fuera
el mismo que me embarró el hombro mientras esperaba el noventa y seis a la
vuelta de la facultad –si cagara barro, claro, pero no fue barro lo que me cayó
encima precisamente-. ¡Y menos mal que fue uno solo! ¿Se imagina si fueran
cien? Creo que esto grafica lo conveniente de que más vale pájaro en mano que cien volando. Aunque, si no mal
recuerdo, las veces que fui utilizado de inodoro por pajaritos no estaban
volando, sino bien estacionados sobre alguna rama, cornisa o cable, como si
supieran que uno está ahí abajo, a modo de depósito especialmente colocado para
sus excrementos. Entonces, ¿quién puede asegurarme que el que tengo en la mano
no me la va a usar de sanitario? Ahora se ilumina más la cuestión: este refrán,
si lo tomamos como consejo axiomático, dice de manera subyacente que es mejor
que te caguen en la mano y no en el hombro o en la cabeza. Es decir, que sea en
un lugar de nuestro cuerpo que mejor podamos dominar y limpiar, y que el
maldito plumífero esté a nuestro alcance en vez de mantenerse impune, para
poder cobrarle venganza; pero por sobre todo y antes de castigar, tener la
certeza de que fue ese, y no la incertidumbre de cuál habrá sido de los cien
que están volando dentro del radio de alcance de sus mal olientes proyectiles.
Explicitado esto, abandonaré
la metáfora pero sin antes mencionar que no conozco la antítesis en el mismo
nivel discursivo. No sé cuál sería el refrán que se le oponga en significado.
Muchos refranes tienen su opuesto, como más
vale tarde que nunca discute con al
que madruga Dios lo ayuda y más vale
malo conocido que bueno por conocer reniega de más vale sólo que mal acompañado. El pájaro en mano parece ser innegable, infalsable, indiscutible.
Ahora sí, en el plano de la
práctica, de los intentos de llevarlo a la práctica –al refrán del pajarito-,
voy a remitirme a una anécdota (considerando que la escritura es posterior al
hecho) en la cual se aplica la metáfora para poder darle una lectura útil, que
valide el axioma.
Me sucede ahora mismo, como
cada vez que debo producir alguna escritura bajo una consigna y con un límite
de tiempo, que no sé cual de las cien ideas que se me ocurren (modestia aparte)
es la mejor o la más óptima para cumplir con los requisitos de dicha consigna.
Y más allá de que en este caso me ocurrió una paradoja con suerte, aprendí a
darle prioridad a todo menos a la elección. Entonces meto la mano en el
torbellino de ideas y me quedo con la primera que cae en ella, sin importar si
es la que más me gusta, pues el objetivo es escribir ahora, ya.
Creo pertinente agregar algo
más a este divague: si bien no encuentro refrán opuesto, bien podría tomar como
semejante al dicho el que mucho abarca
poco aprieta, donde el consejo se vuelve ya una regla lógica. Imagínese
usted a los cien pájaros en mano.
Emiliano Cazanetz Dick
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