martes, 8 de diciembre de 2009

El futuro llegó hace rato

El futuro llegó hace ratoTodo un palo, ya lo ves!Veámoslo un poco con tus ojos...
El futuro ya llegó!Yo voy en trenes!(no tengo donde ir...)
Algo me lateY no es mi corazónCómo no sentirme así?
¡si ése perro sigue allí!¿qué podría ser peor?
eso no me arregla..eso no me arregla a mi!
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota – Todo un Palo




Jóvenes del presente, jóvenes sin futuro porque el hoy no les depara nada para el mañana.
Otra de las tantas imágenes que no sólo vemos por foto, sino también con nuestros propios ojos. Una postal de la cruda realidad que enfrentan para poder sobrevivir en la jungla de cemento.
Y así como tenemos esta generación de pibes que recorren la ciudad, están los vagabundos. Esos de barba larga que vemos descansar sobre la entrada de cualquier banco, como si cuidaran nuestros ahorros. Esos que viven de traje, negociando el pan de cada día en alguna calle nueva.
Ambos, unidos por la realidad que les toca vivir, unidos en común por la marginalidad que nosotros provocamos. Como alguna vez dijo Bourdieu: “La naturalidad del hombre para destruir todo llevo a especies a conocer el ojo del olvido”. Y así es, el tiempo pasa y cada vez tenemos menos para vivir, menos para los demás, apartándolos de todo.
Me he puesto a pensar sobre aquellos que viven entre el lujo y la codicia, ¿Qué sería si pasan un día como ellos, en esa situación? Sin dramas ni exageraciones creo que estos actores de la calle poseen la virtud de sobrevivir, de caminar y crear una sonrisa frente a lo que para otros puede ser llanto.
La calle es un mundo aparte, es nuestro cable a tierra, lo que nos conecta con la realidad.
Dinámica y salvaje, así la siento cuando piso cada baldosa de esta ciudad.
Lo puedo confirmar con el cuento “Lo maté sin querer” de Reynaldo Sietecase. Ese relato que muestra la vida de un joven, otro de los tantos que no salieron en la foto por tener otras obligaciones. La de Mario Serra no es juntar comida o cartones de los containers de basura, nada de eso. Él se ensucia las manos de otra forma. ¿Con qué? Con un arma. Si, esas que se ven en las películas y más a menudo en los canales de noticias. Esas que usted piensa en comprar porque no soporta más la inseguridad.
Mario Serra, el chico del cuento decidió tener una después que le robaron todo y volvió descalzo a su casa. Estaba en el negocio de la droga, un viaje de ida según dicen…un viaje que lleva a la perdición.
En el cuento el que no volvió fue el taxista, el pobre Jorge Calgari, que hizo el último viaje con su Fiat Duna. El pibe tenía que hacer unas entregas y la novia esperaba su presencia más tarde, por lo que optó parar un auto de techo amarillo para ganar tiempo. El tachero se negó a pasar para Provincia, por lo que el chico se puso nervioso y ante un movimiento en falso del conductor, optó por dispararle. Luego, lo dejó tirado en la calle, cerca de una comisaría. Una ambulancia del SAME llegó para cargarlo y llevarlo de compromiso, ya que no podían hacer otra cosa con su vida. Mario siguió ruta y para calmar o elevar la adrenalina, aspiró ese azúcar toxico que lo hizo pensar en otra cosa mientras terminaba el recorrido.
Una vez finalizado, fue a buscar a Betty, su novia. Ella le pidió ir a Lujan a ver la Basílica, y él, regalado ante su amor, no tuvo otro remedio que ceder.
A la salida, dos policías se lo llevaron. Ya estaba todo perdido...
¿En qué se relacionan Mario y el chico de la foto? Seguramente en nada, pero lo cierto es que son dos realidades que tenemos en nuestra sociedad. Los rumbos que tomaron ellos son distintos, pero parecidos a los de miles de chicos que están sin techo, sin familia y sin amor. Igual que el vagabundo, perdido en el espacio, caminando sin destino.
Analizando la tesis de Paul Ricoeur en la cual establece que la narración se origina en la vida y vuelve a ella y tomando los conceptos de mimesis, en el cuento “Lo mate sin querer” podemos analizar que la mimesis I, la de la prefiguración, es la idea, la experiencia de haber visto o escuchado algún relato, o algún conocimiento previo. En este caso, la delincuencia juvenil y su relación con las drogas.
El acto de configurar estos conceptos en una novela dirigida a un lector constituye la mimesis II. Éste, lee y aplica el sentido que la obra tiene para él, transfiriéndolo a su propio mundo y relacionándolo con sus propios pensamientos, costumbres, creencias e ideas en lo que sería la reconfiguración.
La mímesis III es otra vuelta de tuerca hacia la vida, como intersección del mundo del texto con el del lector, constituye el momento de la lectura y de su aplicación, en términos de fusión de horizontes y es también la transformación del texto en obra. La lectura retoma la compresión práctica configurada en el texto y la sobredetermina produciendo un "aumento de realidad".
Dice Ricoeur: es el lector quien “recobra y concluye el acto configurante”.
¡Y donde hacemos eco de las palabras de Ricoeur, más que en la realidad! Ese lugar donde pensamos y vivimos nuestra ficción.
Noticias de ayer invaden y en cierto sentido manipulan nuestro momento de reinterpretación. Robar se ha transformado en una necesidad, más que un trabajo. ¿Por qué? Porque si no roban, no pueden sobrevivir. El ghetto que crean los medios, desinformando a la sociedad, tejiendo poco a poco ideas sobre exclusión, cuando lo que se necesita para erradicar este problema que tenemos es todo lo contrario. La integración es el acto de comprensión, de análisis y aceptación al otro. Tampoco quiero avalar el delito, nunca estuvo más lejos esa idea. Se venden problemas y se buscan soluciones, asi es el sistema, entonces ¿qué debemos hacer?
Sietecase nos muestra el caso del joven Mario Serra, ese chico que vivía en un barrio donde las oportunidades de salir adelante no abundan, donde la realidad es otra. La historia del niño que vendía droga para poder comer, como si fuese un jueguito en su vida. Las fichas son las balas que pone en su arma, no las supo repartir bien y su cielo oscureció a la salida de la Basilica de Lujan. La droga, la calle, la miseria. Un hecho cotidiano, de esos que consumimos por C5N, Crónica y tantos otros canales. Esos que terminamos viendo con resignación y para peor, con cierta naturalidad. Muertes, robos, caos e inseguridad es el menú diario de los argentinos todos los días y a toda hora.
Es necesario ver el más allá, lo que hay detrás. Un edificio nos puede producir admiración por su fachada, su presencia, aunque por dentro se caiga a pedazos.
Con las personas pasa lo mismo, no debemos quedarnos con esa primera imagen que compramos desde una TV, radio o diario.
Pensar es un verbo que usamos cada vez menos, un verbo que nos abrirá las puertas al lado B de la noticia, “con esas sienes ardientes que son todo el tesoro…“ (Indio Solari en el tema Juguetes Perdidos)
Una foto, una historia, un momento, una realidad: Robar para comer, Comer para vivir, Vivir para morir…
¿Hay otro camino?

Educación, respeto, trabajo, tres palabras cargadas de peso y valor. Son las que hoy en día no abundan, son las que se perdieron hace rato.
La cultura cambia, las modas nos mienten fantasías y mientras unos duermen tranquilos, otros están despiertos, más despiertos que el sol cuando sale a iluminar los rostros de los vagabundos dormidos en las puertas de algún banco.
¿Y la infancia? Ese tesoro de los inocentes, que brilla cada día menos, que se oculta para que algunos no lo encuentren. Cuando algunos están en la plaza jugando en la hamaca, otros están fumando paco y viendo donde cometen el nuevo atraco del día. Si se perdieron los valores, tratemos de que no pierdan la infancia, ese libro introductorio que todos deben tener, ese libro lleno de risas, lágrimas y experiencias, de amor…

“No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder.
Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo!”[1]




Juan Ignacio Caballero


1 - Manifiesto Zapatista (1996) “Cuarta Declaración de la Selva Lacandona”, México.

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