miércoles, 6 de mayo de 2009

Dudando pasados

Mentiría si ya de arranque omitiera el minúsculo dato de decirles que soy un mentiroso. Y es que siempre ando mintiendo para hacer reír a la gente, ¿vio? (diría Inodoro Pereyra). Y no es porque esté descontento con mi vida, no señor, pero de a ratos es lindo el juego de creerse otro, solo para ver qué se siente en el ojo ajeno, porque el propio no se la cree ni mirando así doblado.
Bueno, he comenzado por mitigar absurdos e incomprensiones y ahora siéntese gente y crea si mes creyente, que de mi historia les he de contar pa qui alguno se deleite.
Nací de Santa María siempre…y no siga pensando más buen hombre, porque soy el segundo de cuatro. Casi como la mitad de un tercio. Mi viejo es pediatra, trabajador, sufrido y perspicaz. Soñador como su crío. Ha transpirado tantos caminos que a veces lo creo sabio, aunque no por gastar los zapatos se sabe más de la vida.
A la vieja la criaron bien, como era debido. De modales y diplomacias cortesanas ella hubiese sido Isabel I, pero los tiempos y los dogos arruinan la piel del zorro. Qué se le va a hacer. Fuimos cuatro los bañados bajo la santa pila, con cuatro nombres de santos, con cuatro cunas distintas, pero educadas bajo las mismas palabras.
Y aquí me detengo porque a uno se le hace difícil entrar a barrer la despensa sin tirar algo al suelo. Y miren si seré tosco que hasta barriendo recuerdos siempre tiro algun frasquito, como si fuera un elefantito encerrado en un gran ropero. Así lo decía mi viejo.
La familia es cosa seria. Y las mujeres lo son más, porque son las mas sensibles y si uno las descuida se pierden la penitencia pero si unos solo las cuida se amargan en la abstinencia. En mi familia hay dos, cosa difícil las mujeres.
Ya desde chico salí criticón. Que no, que sí, que vos, que yo. Siempre creí tener la razón y me inventaba penales. Nunca oía que me dijeran alemán, ni por haber nacido en la final del mundial.
Debo reconocerlo, el humor bien presentado no es mi fuerte: es mi debilidad. Si vieran cómo me gustan los chistes bien contados. Pero ante todo soy tipo serio porque la que me vistió de nene fue mi madre, con cierta sobriedad escandalosa para mí, y no mi padre, que al igual que yo nada sabe sobre ropa.
Entre tantas apuradas, mudanzas, amigos y perros, diagramé mi infancia llena de dulces memorias que no les voy a contar. Porque cada vez que las desato, las pilcho con moños nuevos. Y a veces pienso que de tanto barullo no me sé la versión sincera y guardo frasquitos nuevos en el lugar de los viejos.
Mi vida adolescente aguantó grandes injurias. La soledad desmedida y las peleas de corral, fueron forjando mi afán de brincar bajo la lluvia. Hoy, Dios mediante, estoy en equilibrio, gracias al amor de una dulce muchacha, libriana ella, de nombre Maria Magdalena, ¿dígame si no es coincidencia?...Siempre fui un tipo soñador, con amores a la deriva y memoria para lo que importa.
Agobiado por mi utilidad, no supe qué hacer con mis manos hasta que las humedecí en tinta y les susurré mil historias. Oí una vez por la radio que había una tendencia suicida en la sociedad. Ahí aprendí mi vocación, mi sentido y empecé a trabajar de ello, de suicida. Mataba lo viejo y pensaba lo nuevo. Llegué así a los quince años a una verdad inobjetable: “pienso, luego escribo”. Palabras que esconden una filosofía de vida.
Todo ha venido para dar forma a lo que uno comúnmente dice “mi vida”. Un complejo ida y vuelta de fracasos y logros, caprichos y pensamientos, que no he pasado de retocar y transformar cada vez que me miro hacia el pasado, y que muy por seguro seguiré haciendo. ¿Quién os dice que no lo he hecho con esto? He ahí la verdad más verdadera, un mentiroso realmente no encuentra límites ni en sí mismo.
Pedro Galmes

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